🐺Capítulo 36🐺

129 15 1
                                    

Jackson se subió a la cama con una urgencia que no había visto antes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jackson se subió a la cama con una urgencia que no había visto antes. Su cuerpo cubrió el mío, y en cuanto sus labios se encontraron con los míos, un fuego comenzó a arder dentro de mí. El beso fue feroz, lleno de necesidad y algo más profundo que no podía entender del todo, pero que me arrastraba sin posibilidad de resistencia. Su lengua buscaba la mía, explorando, exigiendo, y no pude hacer más que entregarme a ese momento.

Sentí cómo sus manos recorrían mi cuerpo, bajando lentamente por mis costados, encendiendo cada nervio bajo su toque. Mi respiración se aceleró, y mi piel parecía arder donde me tocaba. Sus labios se separaron de los míos solo para viajar por mi cuello, dejando un rastro ardiente que me hacía gemir.

—Mónica... —gruñó contra mi piel, su voz ronca, cargada de deseo—. No puedo seguir esperando. Te necesito ahora.

Sus palabras, llenas de hambre y necesidad, me hicieron temblar. Pude sentir la presión de su cuerpo sobre el mío, su respiración pesada, el calor entre nosotros creciendo sin control. Me moví ligeramente bajo él, respondiendo a su urgencia con la mía, incapaz de esperar más.

—Hazlo, Jackson —susurré, mi voz entrecortada por la anticipación—. No me hagas esperar más.

En cuanto esas palabras salieron de mi boca, algo en él cambió. Sus manos se volvieron más firmes, más demandantes. Las yemas de sus dedos recorrieron mi cuerpo con una precisión que solo podía venir de alguien que conocía cada parte de mí, como si supiera exactamente dónde tocar para hacerme perder la cabeza.

Me rompió la ropa, dejándome desnuda. Debajo de él, se alejó para quitarse su ropa y, antes de darnos cuenta, ya estábamos desnudos, besándonos otra vez.

Se apartó solo un segundo para mirarme a los ojos. No había duda, no había control, solo puro deseo. Sabía que sus ojos solían cambiar cuando su lobo tomaba el mando, pero en ese momento, seguían siendo los suyos, los del hombre que ahora me devoraba con la mirada.

—Mía... —susurró, con una intensidad que me hizo estremecer—. Solo mía.

Antes de que pudiera responder, sus labios volvieron a los míos, esta vez con una pasión desenfrenada. No había suavidad, solo la urgencia de dos cuerpos que se necesitaban de una manera casi salvaje. Mis manos se aferraron a su espalda, mis uñas clavándose ligeramente en su piel, y un gruñido bajo escapó de su garganta, lo que solo me excitó más.

Jackson se movió sobre mí con una destreza que me hacía perder la noción de todo. Cuando finalmente se posicionó entre mis piernas, me miró una última vez, sus ojos oscuros y llenos de deseo, antes de empujar dentro de mí con un solo movimiento fluido.

Un gemido escapó de mis labios, y sentí cómo mi cuerpo se arqueaba bajo el suyo, buscando más, queriendo más. La conexión entre nosotros era abrumadora, como si cada sensación se multiplicara. Sus movimientos eran rápidos, rítmicos, llenos de una intensidad que hacía que todo mi cuerpo vibrara con placer.

—Jackson... —gemí, aferrándome a él mientras mi cuerpo respondía a cada embestida.

—¿Sientes esto? —gruñó en mi oído, su voz ronca y profunda—. Sientes lo que me haces. Estás hecha para mí, Mónica. Solo para mí.

Sus palabras encendieron algo dentro de mí, y respondí moviéndome con él, encontrando su ritmo, empujándolo más cerca, más profundo. Los sonidos de nuestra piel chocando llenaban la habitación, mezclándose con nuestros gemidos y respiraciones entrecortadas.

—Más fuerte... —susurré, mi voz apenas audible entre el placer creciente—. No pares, Jackson. No pares.

Él respondió con un gruñido, acelerando el ritmo, cada embestida haciéndose más salvaje, más profunda. Sus manos me sujetaban con fuerza, su cuerpo moviéndose sobre el mío con una intensidad primitiva. Mi cuerpo temblaba bajo él, y cada fibra de mi ser se tensaba, acercándome al borde de algo que sabía que sería explosivo.

—Mónica... —jadeó, su respiración pesada contra mi oído—. No puedo... no puedo detenerme.

—No lo hagas —le respondí, mi voz quebrada por el placer—. No quiero que te detengas. Quiero más.

El vínculo entre nosotros vibraba con cada segundo que pasaba, y podía sentirlo a través de cada toque, cada movimiento. Jackson estaba perdido en mí, y yo en él. Estábamos sincronizados, moviéndonos como si fuéramos una sola entidad, una sola necesidad.

Con un último empuje, sentí cómo mi cuerpo se desmoronaba bajo el suyo, el placer explotando en oleadas que me hacían gemir su nombre una y otra vez. Jackson siguió moviéndose, llevándome a ese lugar una y otra vez, hasta que finalmente, con un gruñido profundo, él también se liberó, sus manos apretando mis caderas con fuerza mientras su cuerpo temblaba sobre el mío.

Nos quedamos así, enredados, nuestras respiraciones pesadas y entrecortadas llenando el espacio. La conexión entre nosotros, ese vínculo, se sentía más fuerte que nunca. Habíamos cruzado una línea que sabía que no podíamos deshacer, y aunque el futuro era incierto, en ese momento, nada más importaba.

—Eres mía, Mónica —murmuró Jackson, su voz suave ahora, pero llena de una certeza que me hizo temblar—. Y no voy a dejarte ir.

La Prostituta Del Alpha MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora