Qué sencillo parece entender a los otros, superficial y sin forma definida, pero complejo; no es un solo plano, sino mil, uno sobre otro, cada persona es un millón de sucesos en un mismo lugar. No es solo lo físico; cada ser es una imagen distinta en cada mirada. El torbellino del tiempo ha esculpido su esencia, pintándolo como una sombra inmensa en una sala oscura. Ni siquiera él conoce sus propios límites; su única certeza es saberse a través de otros. Un ser que se desliza entre sí mismo, como mantequilla, es mil y a la vez uno, jamás estático, se transforma en lo que el entorno le pide ser.
Cada mirada que encuentra su reflejo ve una faceta única, un ángulo de su personalidad nunca antes revelado. Así, la esencia del ser no reside en un solo momento, sino en la suma de todos los instantes vividos, en el cúmulo de todas las percepciones y recuerdos que los demás guardan de él. Al igual que una obra de arte que se reinventa con cada observador, su identidad se reconfigura, adaptándose a las expectativas y proyecciones ajenas.
La complejidad de cada individuo no solo radica en sus experiencias, sino en la interacción continua con el mundo que le rodea. Es una danza sin fin entre lo que se es y lo que se percibe ser, un juego de máscaras y verdades parciales, donde el yo auténtico se entrelaza con las ficciones que otros crean sobre él. En esta simbiosis constante, el ser humano se descubre y se reinventa, un eterno devenir en el que cada paso, cada encuentro, deja una huella indeleble en la vastedad de su existencia.
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El Espíritu de la Modernidad
RandomEn un mundo donde la tecnología y la monotonía gobiernan nuestras vidas, El Espíritu de la Modernidad se adentra en las sombras de la existencia contemporánea, iluminando las grietas por las que se filtra la alienación y la deshumanización. A través...