Derrotismo

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Es mejor admirar la obra de arte desde la distancia, donde la magia del asombro nunca se disuelve, en ese espacio donde el alma se eleva ligera y los placeres de lo inalcanzable se resuelven. El óleo murmura secretos de lo irreal, mas no debe romperse la barrera de lo invisible, pues el espíritu se embriaga en la contemplación, y al poseer, el desencanto pronto emerge. El hombre se hastía de lo que puede abrazar, mas sueña con lo que siempre le esquiva.

Abrazo el derrotismo, esa dulce renuncia al control, deja que el cuadro sea solo un destello de perfección, que habite eterno en tu mente serena. No persigas lo deseado, no lo permitas volverse concreto. Deja que lo sublime vibre en tu interior, en un vals fervoroso y pleno de intuición. Anhela, pero no tomes, sé libre para esquivar el tedio, el dolor de perder lo alcanzado, y así habitar lo concreto sin quebrar el alma.

Al admirar la obra desde lejos, se conserva intacto el encanto de lo inalcanzable, preservando la pureza del asombro y la admiración. La distancia ofrece una perspectiva idealizada, permitiendo que lo sublime y lo perfecto permanezcan inalterados en la imaginación. La belleza de lo intangible reside en su capacidad de inspirar sin ser poseído, evitando el desencanto y la desilusión que a menudo acompañan a la posesión.

El arte, en su forma más pura, es un reflejo de lo inalcanzable, un destello de perfección que no se desvanece con el tiempo. Al contemplarlo desde la distancia, el alma puede elevarse y experimentar una conexión profunda y duradera con lo sublime. Este distanciamiento permite apreciar la obra en su totalidad, sin las distracciones y defectos que podrían surgir al observarla de cerca. Así, el espíritu se mantiene en un estado de constante asombro y admiración, conservando la pureza y la intensidad de la experiencia estética.

El Espíritu de la ModernidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora