En el Agujero

7 2 0
                                    

De nuevo en este agujero, estoy, en esta fosa infinita donde los espectros de hombres arrastran sus cuerpos sin huesos, mirando a todos pasar fugaces, como sombras en la caverna de Platón. Las lombrices se enredan en mis dedos, enredadas como las mentiras del hombre moderno. Escapar, soy una quimera, un sueño que se disuelve en los analgésicos.

Al salir de un agujero, percibo otro igual de oscuro y profundo. El ciclo interminable de caídas y ascensos parece ser sempiterno. La angustia es mi inseparable sombra, mi eterna amante que susurra en la oscuridad. A nadie le dolería mi ausencia; en un mundo de máquinas y corazones de piedra, seré solo un muerto olvidado, una voz apagada en la sinfonía del olvido.

Sueños y esperanzas enterrados, como semillas en tierra infértil. La mano a Caronte ofrezco, sin miedo, hacia el reino de sombras me lleva, donde los poetas gritan en el silencio y las estrellas caen como lágrimas negras.

Esta existencia es un mero reflejo de lo tangible y real, un espejismo en el desierto de almas perdidas. Vivimos atados a otros, cadenas invisibles que cortan la carne, frenada mi ansiada libertad, como un pájaro enjaulado que sueña con el cielo y solo encuentra barrotes de hierro.

Su ausencia y presencia me pesan, como piedras en el río de mi mente, son lastres incómodos en el alma, que me arrastran hacia el abismo, donde la luz es solo un eco distante y la muerte, una promesa de descanso.

En este abismo, el tiempo se convierte en una espiral sin fin, donde el pasado y el futuro se entrelazan en un eterno presente de desesperanza. Las paredes de esta fosa están cubiertas de las huellas de aquellos que intentaron escapar y fracasaron, sus gritos silenciosos resuenan en la oscuridad, recordándome la futilidad de cualquier intento de huida.

El hombre, en su arrogancia, ha creado un mundo de ilusiones y espejismos, donde la realidad se distorsiona bajo el peso de sus propias mentiras. En este laberinto de falsedades, la verdad se convierte en un tesoro inalcanzable, escondido tras capas y capas de engaño. Y así, seguimos avanzando, ciegos ante la verdadera naturaleza de nuestra existencia, atrapados en una danza macabra de autoengaño y desesperación.

Las estrellas, testigos mudos de nuestras tragedias, caen como lágrimas negras sobre un mundo que ya no las reconoce. Los poetas, almas perdidas en busca de sentido, gritan en el silencio, sus voces se ahogan en el vacío de la indiferencia. Caronte, el barquero de las sombras, nos espera al final de este viaje, listo para llevarnos al reino de lo desconocido.

En última instancia, la libertad es un concepto esquivo, una quimera que se desvanece cada vez que intentamos alcanzarla. Los barrotes de nuestra jaula no son de hierro, sino de miedo y conformismo. Solo aquellos que se atreven a soñar con un mundo diferente, aquellos que se lanzan al abismo con los ojos abiertos, podrán encontrar la verdadera libertad.

Pero hasta entonces, seguimos siendo prisioneros de nuestra propia creación, esclavos de un sistema que nos consume y nos despoja de nuestra humanidad. Y así, el ciclo continúa, un interminable vaivén de esperanza y desesperación, de luz y oscuridad.

El Espíritu de la ModernidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora