¿Quién puede ser tan liviano para pararse en una flor y no quebrarla?

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Ningún ser humano, eso lo puedo afirmar, ha llegado a destruir su hogar, a construir su mundo mientras la naturaleza muere, llamando "desarrollo" a su obra letal. Para mí, siguen siendo monos encadenados, esclavos de sí mismos, enredados en su red, alma corrupta, encerrada en cubículos, esperando el fin o el final de su labor. Irónicamente, prefieren morir antes que perder su pan, su espíritu, como una flor cortada, va desvaneciéndose lentamente, hasta que su esencia es solo un eco, tristemente representado por la mano del poeta.

¿Si una flor se seca, su concepto también muere? Una flor sigue siendo flor, en su esencia, mientras que el hombre deja de ser hombre, se convierte en un engranaje sin voluntad, en la maquinaria del mundo, importante solo mientras produce. Un colibrí se posa en un narciso, no perturba la existencia de la flor, se nutre sin destruir, sin dejar huella, pero el hombre es un cuento diferente; se sirve del hombre y lo desgarra, exprime hasta la última gota, dejando tras de sí solo cenizas.

¿Un hombre caminando sobre un campo de flores sin romper ninguna? No es su naturaleza, no tiene una propia. Algunos prefieren destruir, otros rodear, otros simplemente admirar, pero ninguno podrá caminar sobre ellas sin perturbar su existencia. Individuos con diferentes deseos, pero con un mismo engranaje en su interior. Los subyugados, cansados de existir, mueren antes que su cuerpo, cargando un lastre invisible, su carne agotada después de la larga jornada. Vida, has sido cruel con estas criaturas, dándoles la capacidad de entender, los has confundido, extraviado; han creado un mundo de logros vacíos, creyendo que el universo avanza junto a ellos. Vida, los has violentado en tu juego eterno.

El hombre, en su búsqueda de significado, ha perdido su conexión con la tierra que lo nutre. La arrogancia de la civilización lo ha llevado a pisotear las flores bajo sus pies, olvidando la simplicidad y la belleza de la naturaleza. En su afán de control, ha convertido los campos en desiertos y los ríos en venas secas de una tierra moribunda. Los logros que celebra son meros espejismos, sombras que se desvanecen bajo la luz de la verdad.

El hombre moderno, atrapado en su cubículo, se ha convertido en una sombra de lo que podría ser, su espíritu quebrantado por la monotonía y la repetición. La flor que una vez fue, ahora es solo un reflejo pálido de su antigua gloria. La esencia del hombre se ha convertido en un susurro, una canción triste cantada por aquellos que aún recuerdan lo que significa ser verdaderamente vivo.

Los animales, en su sagrada ignorancia, siguen viviendo en armonía con su entorno, sin necesidad de conquistas ni destrucción. Ellos son los verdaderos guardianes de la tierra, mostrando al hombre lo que significa existir sin corromper. Mientras el hombre lucha con su existencia, los animales simplemente viven, respirando con la furia de la vida pura y sin mancha.

Individuos con diferentes deseos, pero con un mismo engranaje en su interior, una maquinaria que los impulsa hacia una existencia sin sentido. Los subyugados, cansados de existir, mueren antes que su cuerpo, cargando un lastre invisible, su carne agotada después de la larga jornada. Vida, has sido cruel con estas criaturas, dándoles la capacidad de entender, los has confundido, extraviado; han creado un mundo de logros vacíos, creyendo que el universo avanza junto a ellos. Vida, los has violentado en tu juego eterno.

El hombre debe despertar de su letargo, romper las cadenas que lo atan a su prisión de logros vacíos. Debe aprender de los animales, que viven sin destruir, que existen sin consumir más de lo necesario. El verdadero desarrollo no se mide por el avance tecnológico, sino por la capacidad de vivir en armonía con el entorno, de nutrirse sin destruir, de existir sin corromper.

La vida, en su crueldad, ha dado al hombre la capacidad de entender, de buscar significado. Pero esta búsqueda solo tiene sentido si lleva a una comprensión más profunda de nuestra conexión con el mundo natural. Solo entonces el hombre puede reconciliarse con su entorno, sanar las heridas que ha infligido y encontrar una existencia más plena y significativa.

El Espíritu de la ModernidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora