La fealdad es indolora

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La fealdad es indolora, ¡gritan los locos! Es el mal otorgado por los dioses sin rostro, un molde deformado de los que nunca bailaron en el banquete de la vida, los que no encajan en la escultura rígida del dios falso, ese dios hecho de billetes y monedas, esculpido por los custodios del miedo, los guardianes de la "democracia", esa palabra sin sentido, vaciada por sus bocas frías y purulentas.

He sangrado más en las calles oscuras de mis pesadillas, donde el dolor es más real que las cicatrices en mi piel. La sangre se agolpa en mis venas, laten los gritos bajo mi pecho, mientras los latigazos de la historia siguen cayendo, sin piedad, sobre la carne del esclavo moderno, ese esclavo que viste de traje y carga el peso del futuro en su espalda rota.

Mira, las casas adornan su fachada con flores muertas, 
símbolos marchitos del progreso que nunca llega, 
y la liturgia del capital, una iglesia hueca, 
fabrica un nirvana falso, un espejismo en el desierto del alma. 
Los adalides del crimen se visten de seda, 
se envuelven en corbatas de serpiente, 
susurran al viento desde sus tronos, 
como si los curules fueran el Olimpo, 
pero son mortales, tan mortales como nosotros, 
y cuando la balanza de sus errores cae, 
el peso aplasta con furia, 
cae sobre sus familias, sobre sus hijos que lloran en la oscuridad, 
perdidos en el laberinto de su ambición, 
errantes en un mundo que nunca les dio refugio.

El Espíritu de la ModernidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora