CAPITULO 13

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CAPITULO 13.

Ya había pasado una semana desde el baile en el que Dianna recordó todo su pasado. Desde ese día, Edward salía todos los días con Kiros y Dennis en busca de pistas sobre el posible paradero de los turcos. Visitaban los muelles y los suburbios de Londres. De vez en cuando encontraban alguna pista, pero sin fundamento. Por dios, ¿dónde se escondían esos bastardos?

Por otro lado, Edward hacía todo lo posible por no encontrarse con Dianna. No estaba seguro de como actuar ante ella. Era una princesa por dios, estaba por encima de él. Pero sus sentimientos hacía ella no habían cambiado, la deseaba como nunca había deseado a nadie. ¿Cómo podría contenerse para no besarla cuando estuviera frente a ella? Era tan hermosa, tan maravillosa, que sabía que le iba a ser casi imposible contenerse. Por ahora había conseguido mantenerse alejado de ella, pero ¿cuánto tiempo iba a poder estar así? Estaba ayudándola con su problema con los turcos, y sabía que tarde o temprano tenía que verla para informarle. Por ahora Kiros era el que se encargaba de informar a la princesa, pero en algún momento él también tendría que hacerlo. Dennis siempre iba con él y con Kiros, pero Chris y sir Brian iban por su cuenta buscando información en otras partes pobres de Londres. Ellos le informaban directamente a él de cualquier avance, pero por ahora no habían tenido suerte.

Por otra parte, Amanda y Taylor estaban empezando a buscar la manera de informar a la aristocracia londinense de que lady Dianna era en realidad una princesa heredera al trono de Kairos. Todavía quedaban varias semanas para que Dianna cumpliera los 21 años y se convirtiera en reina.

-Hemos llegado excelencia – dijo de pronto Kiros despertándolo de sus pensamientos.

Esa noche iban a visitar la taberna “El León de Mar” que se encontraba en los muelles junto al río Támesis. Uno de sus espías le había contado que en esa taberna abundaban mucho los extranjeros, pero su informante no le supo decir de que nacionalidad.

Dennis se guardó un pequeño revolver en el bolsillo de su abrigo y se enfundó un cuchillo en una de sus botas de caña alta.

-¿Cree que habrá problemas? – le preguntó Kiros extrañado mientras veía como el duque guardaba sus armas.

-Nunca se sabe – dijo el duque encogiéndose de hombros -. En estos lugares abundan mucho toda clase de delincuentes.

Edward le entregó a Kiros una navaja, y éste se la escondió en una de sus botas.

-Es mejor ser precavido – volvió a decir el duque mientras se bajaba del carruaje.

Cuando entraron en la posada, les llegó un olor a suciedad y alcohol que hizo que les entraran ganas de vomitar.

-¡Por dios! Este lugar parece una pocilga – dijo Kiros en un susurro.

Y no le faltaba razón. El suelo de la taberna estaba pringoso de tanta suciedad, las mesas estaban desportilladas y llenas de manchas. El ambiente estaba cargado del humo de los cigarros. Vieron una mesa al fondo y decidieron sentarse allí. Mientras cruzaban la estancia, muchos ojos se quedaban mirándoles fijamente. “¿Qué hacían esos hombres adinerados en un lugar como ese?” parecían decir sus miradas.

La Reconquista De La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora