CAPITULO 24

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CAPITULO 24

Dianna se entregó a ese beso en cuerpo y alma. Por dios, había echado tanto de menos que la rodeara con sus fuertes brazos, y que la besara con esa pasión que hacía que su corazón se desbocara. Parecía ser que él también la había echado en falta, sus besos eran muy profundos y carnales. Había que parar aquello, no es que no deseara que la hiciera suya, pero estaban en medio del salón, donde cualquier sirviente podía verles.

-Edward… - susurro Dianna entre sus labios mientras colocaba las manos en su pecho y empujaba ligeramente -. Debemos parar… alguien nos puede… ver.

Edward se apartó un poco de ella y juntó su frente con la suya mientras la seguía sujetando por la cintura.

-Por dios Dianna… - dijo Edward en un susurro -. Te deseo tanto… yo…

-Schhh – dijo Dianna mientras le ponía un dedo en los labios -. Yo también te deseo.

Una vez dicho esto se separó de él y se sentó en el sillón. Luego le miró y le sonrió con picardía.

-¿Crees que es posible que me quede aquí contigo unos días? – le preguntó con un sonrojo en las mejillas.

-Claro que puedes quedarte – dijo Edward mientras se sentaba a su lado -. Pero, ¿crees que es prudente? Digo, la gente hablará y…

-No pasa nada – dijo Dianna interrumpiéndole -. Una de las ventajas de ser reina es que no tengo que dar explicaciones a nadie. Yo hago con mi vida lo que quiero, y si quiero pasar un tiempo contigo, nadie me lo va a impedir.

-¿Y eso es lo que quieres? – le preguntó Edward mientras le acariciaba el rostros con suavidad.

-Sí, quiero estar aquí contigo – Dianna le cogió la mano y le dio un pequeño beso en la palma.

-De acuerdo – dijo Edward mientras se levantaba -. Haré que te preparen inmediatamente una alcoba.

-Mis cosas están en el carruaje – dijo Dianna mientras también se levantaba -. Lo dejé todo allí porque no sabía si me recibirías.

-Mandaré a alguien para que los recoja – dijo Edward mientras se dirigía a la puerta -. Quédate aquí, mandaré a alguien con un refrigerio.

Dianna asintió con la cabeza y se volvió a sentar. Había conseguido quedarse, pero ¿conseguiría hacer que se enamorara de ella? Tenía que hacer todo lo posible para conseguirlo, solo podía quedarse unos días. Había dejado todo en manos de Kiros, pero sabía que no podía quedarse mucho tiempo en Inglaterra.

Edward estaba dando instrucciones a sus sirvientes para que le arreglaran una alcoba a Dianna. Todavía no podía creerse que estuviera allí con él. ¿Por cuánto tiempo se quedaría? Sabía que tarde o temprano se volvería a ir, y esta vez iba a ser mucho más duro separarse de ella. La otra vez, cuando se separó de ella en Kairos se le hizo muy difícil, pero se mantuvo más o menos cuerdo. ¿Qué pasaría ahora cuando se separaran? Estar tanto tiempo juntos iba a hacer que la quisiera más, y su corazón no iba a soportar otra separación.

¿Cómo iba a resistir el impulso de hacerla suya estando durmiendo tan cerca el uno del otro? Por dios que iba a ser bastante complicado. Quizás debería decirle que cerrara la puerta por dentro cuando se fuera a dormir.

-Perdón excelencia – dijo su mayordomo mientras se presentaba ante él -. ¿Dónde colocamos las pertenencias de su majestad?

-La señora Bossy le dirá – dijo Edward mientras se dirigía de nuevo a la sala -. Está arriba.

-Muy bien excelencia – dijo el mayordomo mientras subía las escaleras acompañado de varios lacayos que llevaban las pertenencias de Dianna.

Cuando Edward entró de nuevo en la sala, vio que Dianna estaba sentada en el sillón con una taza de té en el regazo. Se le veía triste y muy pensativa, ¿en qué estaría pensando para ponerse así de triste? Él estaba contento de que estuviera allí, pensaba aprovechar esos días para ser feliz a su lado.

La Reconquista De La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora