CAPITULO 29

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CAPITULO 29

Cuando Ellen se fue y se quedaron a solas, Dianna empezó a ponerse nerviosa. Durante un rato ninguno de los dos dijo nada, Edward la miraba con frialdad y desconfianza. Sentía deseos de llorar al notar que él seguía muy enfadado con ella. ¿Podría perdonarle alguna vez? Ella había tenido sus motivos para ocultarle su embarazo. Edward empezó a andar de un lado para otro mientras se pasaba una mano por el cabello. Parecía ofuscado y nervioso. De pronto se acercó a ella y la cogió del brazo para mirarle con tristeza.

-Lo único que quiero saber es el por qué – dijo Edward de pronto -. ¿Por qué me has ocultado tu embarazo? Y lo más importante Dianna, ¿por qué no ibas a contármelo nunca?

Dianna le miró a los ojos y vio desilusión en ellos. Por dios, ¿Edward estaba desilusionado con ella? ¿Ya no habría esperanzas para ellos dos?

-Te pedí que vinieras conmigo, pero no quisiste – dijo Dianna con lágrimas en los ojos -. Me quedé destrozada al creer que no me amabas como yo a ti. Cuando me enteré de mi embarazo, pensé en dejarte al margen. De todas maneras ibas a casarte tarde o temprano y a tener otra familia.

-¡¡Maldita sea Dianna!! – dijo Edward mientras la cogía por el otro brazo y la acercaba más a él -. Nunca me interesó formar otra familia con otra mujer.

Una vez dicho esto, Edward la besó con fuerza y con una pasión tan ardiente que Dianna sintió que todo su cuerpo ardía como si estuviera en el mismísimo infierno. Por dios, Edward nunca la había besado así. Al principio se asustó, pero poco a poco se fue sintiendo muy a gusto en sus brazos. Edward le soltó los brazos y la cogió por la cintura para apretarla más contra él. Dianna gimió contra su boca mientras le rodeaba el cuello con los brazos. Había echado tanto de menos sus besos, sus caricias y ese olor tan maravilloso que desprendía su piel, que se entregó por completo a ese maravilloso beso.

Casi sin darse cuenta Dianna se encontró tumbada en su lecho con Edward a su lado. Él empezó a besarle el cuello mientras le quitaba el vestido. Por dios, iba a hacerle el amor a pleno día y en su habitación. Pero a ella no le importaba, le deseaba demasiado.

Se despojaron de la ropa con urgencia mientras seguían besándose con pasión. Cuando Edward se dio cuenta de que ella estaba lista la penetró con un fuerte empujón. Dianna lazó un gemido mientras arqueaba la espalda. Por dios, como le había echado de menos.

Un rato después, Dianna se abrazaba a Edward como si le fuera la vida en ello. Por dios, volver a hacer el amor con él había sido lo más maravilloso del mundo.

Edward estaba tumbado de espaldas con un brazo cubriéndole los ojos mientras Dianna descansaba en su pecho. Había sido maravilloso volver a tenerla entre sus brazos y hacerla suya, pero todavía dudaba si las cosas entre ellos dos podrían funcionar. Le había ocultado la existencia de su hijo, ¿y si más adelante le ocultaba algo más? ¿Cómo volver a confiar? Sabía que ella le amaba, de eso estaba seguro. Pero, ¿sería suficiente? En una pareja también debía de existir la confianza, y él no sabía si podría llegar a confiar en ella plenamente. Se levantó de la cama y empezó a vestirse.

-Edward…

-No Dianna – dijo Edward sin darse la vuelta -. Sigo sin poder confiar en ti.

Edward no le dio tiempo a responder y salió de la habitación para dirigirse a la suya. Necesitaba pensar a solas.

Cuando Edward salió de su habitación, Dianna se puso a llorar como nunca había llorado antes. Por dios, ¿es que nunca podría ser feliz? Se arrepentía mucho de habérselo ocultado, pero en ese momento había pensado que era lo mejor. Había cometido un error muy grande, y ese error iba a ser la causa de que perdiera al único hombre que amaría jamás.

La Reconquista De La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora