CAPITULO 19

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CAPITULO 19.

Dos días después de su secuestro, Dianna iba en su carruaje de camino al palacio de la reina. Su nana Ellen iba con ella dentro y Kiros estaba sentado en el pescante junto al cochero. Pero lo que ella no esperaba era que Edward les acompañara. Iba cabalgando junto al carruaje en un hermoso semental negro. Se veía tan apuesto con su traje de montar, que Dianna no podía dejar de mirarlo por la ventanilla. Lo amaba tanto, que le dolía. Ya habían empezado a hacer los preparativos para su regreso a Kairos que tendría lugar en tres meses. Sabía que él iba a acompañarlos junto con sus amigos. Primero sería la boda de su hermana y Taylor, y después se embarcarían rumbo a Kairos. Dianna les había dicho a sus amigas que quería que estuvieran con ella en su coronación, pero no en la batalla. Así que habían quedado en mandarles un mensaje cuando todo hubiera terminado para que se reunieran con ella en Kairos. Sus hombres ya habían llegado y ahora mismo estaban en Hamsphire esperando a que los mandara a llamar.

Dianna volvió a mirar por la ventanilla y suspiró al verlo. Por dios, deseaba y amaba a ese hombre con todo su ser. Cada vez que lo veía sentía como un cosquilleo que le recorría todo su cuerpo, su corazón se aceleraba y notaba como le flaqueaban las piernas. Nunca había sentido nada igual cuando estaba cerca de un hombre. Y cuando estaba en sus brazos el sentimiento era más fuerte, y en ese momentos deseaba no separarse nunca más de él. Que sus musculosos brazos la rodearan y la protegieran para siempre. Edward era su luz, su vida, su alma. Cuando se besaban, todo desaparecía para ella, solo existía él. El sabor de sus labios, la firmeza de sus brazos y su olor. Ese olor a hombre que reconocería en cualquier lugar. Lo llevaba impregnado en su piel y en su alma. Para ella no habría otro hombre en su vida, él iba a ser su único y verdadero amor para toda la eternidad.

-Niña, ya estamos llegando – le dijo su nana de pronto sacándola de sus pensamientos.

Dianna miró a su nana con los ojos llorosos, no había podido evitar las lágrimas al pensar que tarde o temprano iba a perder al amor de su vida.

-¿Qué te pasa niña? ¿Por qué lloras? – le preguntó Ellen mientras la abrazaba con dulzura.

-¡Oh nana! – dijo Dianna entre sollozos -. No sé cómo voy a poder vivir sin él.

-Schh, pequeña – dijo Ellen mientras le secaba las lágrimas con dulzura -. Ya verás como todo se soluciona.

La puerta del carruaje se abrió antes de que Dianna pudiera decir algo. Kiros las ayudó a bajar del carruaje, y juntos se dirigieron a las puertas del palacio. Dianna miró hacia atrás y vio que Edward ataba su caballo a la parte trasera del carruaje para poder reunirse con ellos. ¿Iba a entrar con ellos? Se imaginaba que él ya conocía a la reina.

-Bueno, ya podemos entrar – dijo Edward -. Me imagino que nos está esperando.

Dianna no dijo nada solamente afirmó con la cabeza y se dirigió hasta los guardias que custodiaban la entrada del palacio.

-Buenos días – dijo Dianna con firmeza -. Su majestad me está esperando, soy la reina Dianna de Kairos. Decidle que he llegado.

-Por su puesto majestad – dijo uno de los guardias mientras le abría la puerta para que entraran -. Ahora mismo la avisó de que usted ha llegado.

El guardia los condujo a una hermosa salita mientras él iba a avisar a la reina. La sala era de mármol blanco con acabados en color crema y dorado. Toda la sala era suntuosa, pero muy hermosa. Los sillones estaban tapizados en color rojo con filos en plata a juego con los cortinajes que adornaban los enormes ventanales. Había varias mesitas en mármol blanco con hermoso arreglos florales. Las cortinas estaban corridas, y por las ventanas, se veía un hermoso jardín con muchas variedades de flores.

La Reconquista De La PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora