Max se despertó antes que Leo, como solía hacer desde que sus rutinas habían cambiado drásticamente. La cabaña, con su frío y silencio, no ofrecía consuelo, solo un recordatorio constante de la situación en la que se encontraban. Mientras se preparaba para el día, la mirada de Max se desvió hacia el cuerpo atado de Leo, y una oleada de pensamientos y emociones lo invadió.
Miró a Leo, que yacía inmóvil en la cama, las manos atadas con la cuerda que Max había usado para restringirlo. Era un recordatorio tangible de su dominio sobre él, una forma de reafirmar su control. Max no podía ignorar el dolor que sentía al ver a Leo en esa posición, pero había aprendido a reprimirlo, a enfocar su mente en lo que percibía como una necesidad de imponer orden.
Cada vez que Max penetraba a Leo, se preguntaba si realmente entendía lo que estaba haciendo. La furia y el descontrol que lo impulsaban parecían justificados en su mente, una forma de reclamar algo que sentía perdido. Max trataba de convencerse de que estaba haciendo lo correcto, que la violencia y el dolor eran necesarios para que Leo comprendiera la realidad cruda y dolorosa del mundo.
Max sentía una mezcla de orgullo y desesperación en su papel de dominador. A veces se preguntaba si sus actos eran una forma de escape, una manera de desahogar sus propias frustraciones y temores. El contacto físico con Leo, aunque brutales y severos, le ofrecían un control que la vida fuera de la cabaña no le daba. En esos momentos de dominación, Max se sentía poderoso, aunque al mismo tiempo, cada grito de Leo y cada lágrima derramada le recordaban lo lejos que había llegado de quien solía ser.
En sus momentos más introspectivos, Max trataba de justificar sus acciones. Pensaba que lo que estaba haciendo era una forma de enseñar a Leo, una manera de mostrarle lo que realmente significaba el dolor y la realidad. Su mente, cada vez más distorsionada por el aislamiento y la presión de la cabaña, luchaba por reconciliar estos actos con una visión de sí mismo como alguien que todavía mantenía un sentido de moralidad y justicia.
A medida que pasaban los días, Max notaba que sus propias emociones se volvían más intensas y caóticas. La culpa y la duda se mezclaban con el deseo y la necesidad de control. La cabaña, una prisión tanto física como emocional, parecía distorsionar su percepción de la realidad. Los momentos de reflexión eran breves, eclipsados por la necesidad de mantener el dominio y el control.
Cuando Max veía a Leo llorar y suplicar, le resultaba difícil procesar lo que sentía. Se decía a sí mismo que Leo debía aprender a enfrentar la verdad del dolor, que sus acciones eran una forma de prepararlo para un mundo que él consideraba despiadado. Sin embargo, en los rincones más oscuros de su mente, había una voz que cuestionaba si realmente estaba haciendo lo correcto o si simplemente estaba reproduciendo un ciclo de violencia y desesperación.
Max se esforzaba por mantener la frialdad mientras continuaba con sus actos, pero cada vez le resultaba más difícil ignorar el impacto de sus acciones. La rutina de abuso se había convertido en una forma de vida, y su relación con Leo se había transformado en una serie interminable de ciclos de dolor y control.
En sus momentos de soledad, mientras la cabaña se llenaba de silencios opresivos, Max reflexionaba sobre lo que había hecho y lo que aún estaba por venir. La desesperación lo consumía, y su visión del mundo y de sí mismo se había distorsionado más allá de lo que había imaginado. La línea entre la dominación y la autodestrucción se había desdibujado, y Max se encontraba atrapado en un torbellino de emociones y acciones que no sabía cómo controlar.
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TENTACION FORZADA [+18] BL
General FictionHistoria terminada. En busca de inspiración, Leo, un escritor, arrastra a su amigo Max, un fotógrafo aficionado, a una cabaña remota para un retiro de seis meses. Lo que comienza como un experimento de desconexión pronto se convierte en una lucha po...