El sonido de la lluvia continuaba como un zumbido constante en la cabaña, mezclándose con la respiración pausada de Max y los pensamientos caóticos que resonaban en la mente de Leo. Se sentó en el borde de la cama, sus ojos perdidos en las sombras que danzaban por las paredes, proyectadas por la luz gris que se colaba entre las grietas. Cada gota que caía sobre el techo oxidado era un recordatorio del tiempo que había pasado atrapado en ese lugar, pero el reloj dentro de su mente estaba roto, incapaz de seguir su curso normal.Leo se preguntaba si todo esto era un sueño, una alucinación provocada por el aislamiento y el hambre emocional que lo carcomía desde dentro. Cada vez que miraba a Max, una parte de él intentaba encontrar al hombre que había sido su amigo, su compañero en esta absurda odisea, pero lo único que veía ahora era una figura distorsionada, un reflejo de algo más oscuro.
La cuerda que ataba a Max a la cama estaba suelta, lo suficiente para que pudiera moverse, pero Max no lo hacía. Su cuerpo yacía inerte, como si hubiera aceptado el destino que Leo le había impuesto. Sin embargo, había algo en su mirada, una especie de juicio silencioso que hacía que Leo sintiera un peso insoportable sobre sus hombros. Cada vez que Leo lo tocaba, sentía una resistencia invisible, como si Max estuviera desafiándolo sin necesidad de palabras.
"No puedes simplemente quedarte ahí, ¿sabes?" murmuró Leo, rompiendo el silencio. Su voz era débil, casi suplicante. "Di algo... Haz algo." Pero Max no respondió. Solo lo miraba, con esos ojos que parecían vacíos pero, a la vez, llenos de algo que Leo no podía descifrar.
El aire dentro de la cabaña se hacía cada vez más denso, como si la misma atmósfera conspirara contra ellos. Leo intentaba sacudirse los pensamientos, encontrar algún rastro de lógica en medio del caos, pero todo lo que encontraba eran fragmentos de recuerdos, distorsionados y confusos.
Se levantó de la cama, incapaz de soportar la cercanía de Max por más tiempo. Caminó hacia la ventana, observando la cortina de lluvia que caía sin cesar sobre el paisaje desolado. Las montañas en la distancia se veían borrosas, cubiertas por la niebla que se arrastraba como un fantasma sobre la tierra. Leo se preguntaba si alguna vez saldrían de allí, si alguna vez volverían a la realidad fuera de esas paredes. Pero cada día que pasaba parecía borrar las memorias del mundo exterior, sustituyéndolas por esta nueva realidad, una en la que no podía distinguir entre lo real y lo imaginado.
Volvió la vista hacia Max. Había algo extraño en la quietud de su cuerpo, en la forma en que su pecho subía y bajaba de manera tan tenue que apenas parecía estar vivo. Leo recordó los primeros días en la cabaña, cuando todo parecía un juego, una aventura. Pero ahora, esa etapa se sentía como un eco lejano de una vida que ya no les pertenecía. La relación entre ambos había cambiado, transformada por una fuerza que Leo no podía nombrar pero que sabía que lo estaba destruyendo desde dentro.
Leo apretó los puños, sintiendo cómo las uñas se clavaban en sus palmas. "Tienes que salir de mi cabeza," dijo, casi para sí mismo. "Tienes que dejarme en paz." Pero no era Max el que estaba en su cabeza, se dio cuenta en ese instante. Era él mismo. Era su propio miedo, su propia culpa, proyectada en su amigo... su hermano.
El sonido de la lluvia se intensificó, y Leo sintió que el peso en su pecho crecía. Se dejó caer de rodillas junto a la cama, sus manos temblorosas aferrándose a las sábanas húmedas. Max seguía mirándolo, impasible, como si supiera algo que Leo no podía entender. "Perdóname," susurró Leo, aunque no estaba seguro de por qué pedía perdón ni a quién.
La tormenta se intensificaba afuera, y con cada trueno, Leo sentía cómo el eco retumbaba en su interior. Había algo en el caos de la naturaleza que reflejaba su propia mente, desbordada y violenta. Durante meses, había tratado de huir de esa verdad, había buscado refugio en la culpa que atribuía a Max, en la narrativa que se había contado a sí mismo para justificar lo que había hecho. Pero ahora, la fina línea entre la fantasía y la realidad se desmoronaba ante sus ojos.
"Siempre fuiste tú." La voz de Leo temblaba mientras lo decía en voz alta. Se levantó y se acercó lentamente a la cama. Cada paso que daba lo llenaba de una extraña mezcla de horror y alivio, como si finalmente estuviera enfrentando el monstruo que había creado en su mente.
Max no había sido el verdugo. Nunca lo fue.
Era él.
Toda la violencia, el dolor, la humillación... no había sido infligida por Max. Leo se había aferrado a esa ilusión porque no podía enfrentar la verdad de lo que había hecho, de lo que había permitido que su mente pervertida por el aislamiento y el miedo lo obligara a hacer. El silencio de Max, su inmovilidad, su sumisión... todo había sido una respuesta a la oscuridad que Leo había desatado en él.
Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Leo mientras se inclinaba sobre Max una vez más. Esta vez, no era para imponer su voluntad sobre él, sino para suplicar perdón, aunque sabía que no había perdón posible para lo que había hecho.
El trueno resonó una vez más, y en ese instante, algo en el interior de Leo se rompió. Se inclinó hacia Max, con lágrimas en los ojos, y murmuró en voz baja, "Voy a terminar con esto. No puedo seguir... no así."
Con manos temblorosas, alcanzó la cuerda que había atado las muñecas de Max. Aflojó el nudo con cuidado, liberando las manos del hombre que había llamado su amigo, su compañero. Cuando las manos de Max quedaron libres, Leo las tomó entre las suyas, notando lo frías y sin vida que estaban.
La lluvia seguía cayendo, pero dentro de la cabaña, el silencio se hizo más pesado que nunca.
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TENTACION FORZADA [+18] BL
Fiksi UmumHistoria terminada. En busca de inspiración, Leo, un escritor, arrastra a su amigo Max, un fotógrafo aficionado, a una cabaña remota para un retiro de seis meses. Lo que comienza como un experimento de desconexión pronto se convierte en una lucha po...