23- TIEMPO ROTO

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El frío de la mañana se filtraba por las paredes de la cabaña, y aunque la tormenta había disminuido, el aire cargado de humedad hacía que el ambiente se sintiera sofocante. Max estaba sentado en el borde de la cama, frotándose lentamente las muñecas liberadas, su expresión vacía mientras trataba de asimilar lo que acababa de suceder. Pero algo en sus ojos había cambiado, una chispa que Leo no había visto antes: miedo.

Leo, de pie frente a él, lo observaba con una mezcla de confusión y desesperación. "Max, por favor... dime algo," susurró, esperando que las palabras rompieran el silencio que parecía expandirse entre ellos. Pero Max solo levantó la mirada, sus ojos oscuros llenos de algo que Leo no podía descifrar.

El miedo en el rostro de Max hizo que algo en el interior de Leo se removiera, como si una sombra estuviera deslizándose por su mente, abriendo viejas heridas. Max se apartó instintivamente cuando Leo intentó acercarse, una reacción que lo golpeó con una fuerza devastadora.

"¿Por qué... me miras así?" preguntó Leo, su voz entrecortada, como si al decirlo esperara que todo volviera a tener sentido. Pero Max no dijo nada. Solo bajó la mirada y comenzó a temblar levemente.

El silencio era ensordecedor.

Leo se llevó las manos a la cabeza, tratando de entender lo que estaba sucediendo. Sentía que algo en su interior estaba al borde del colapso, como si las piezas que había armado de su realidad comenzaran a desmoronarse frente a sus ojos.

De repente, un torrente de recuerdos invadió su mente.

La imagen de Max de pie, con un cuchillo en la mano, la sangre de las gallinas aún fresca mientras su pecho subía y bajaba con dificultad. Leo lo había observado desde la distancia, sin entender del todo lo que estaba viendo. Las gallinas eran su única fuente de comida, y el hambre los había empujado al borde. Pero cuando Max había matado a los animales, algo en la mente de Leo había cambiado.

Había visto en Max algo salvaje, algo que no había querido reconocer en sí mismo. La brutalidad, la necesidad básica de supervivencia, había hecho que Leo viera a Max de una manera diferente. De alguna manera, el acto de matar las gallinas para alimentarse, el aislamiento yla falta de contacto con el exterior, habían destapado una verdad que Leo había estado enterrando por tantos años: su deseo por Max, no solo como amigo, sino como algo más.

Pero ese deseo lo asustaba.

Había comenzado a temer el poder que Max tenía sobre él, no físicamente, sino emocionalmente. La atracción que sentía hacia su amigo se mezclaba con el rechazo, una batalla interna que su mente no pudo soportar. Fue en ese momento cuando algo en su subconsciente comenzó a distorsionar la realidad. La idea de someter a Max, de controlarlo, había sido una forma de proyectar sus propios miedos y deseos.

De vuelta en la cabaña, Leo retrocedió, dándose cuenta de lo que había estado sucediendo todo este tiempo. Cada escena de dominación, cada acto que había justificado como una forma de sobrevivir al aislamiento y a la desesperación, no había sido más que una proyección de su propia psique fragmentada. Max nunca lo había sometido. Todo lo que había pasado entre ellos había sido consensuado... hasta que Leo dejó de ser capaz de aceptarlo.

Su mente, incapaz de aceptar su propio deseo, había creado una nueva versión de la realidad en la que Leo era la víctima. Cada vez que habían estado juntos, Leo había creído que Max lo forzaba, lo dominaba, pero la verdad era que había sido él quien buscaba ese control. Era Leo quien no había podido aceptar lo que quería. Y en lugar de enfrentarlo, lo había enterrado, proyectándolo en Max.

"No... no fue así," murmuró Leo, susurrando para sí mismo, como si al decirlo en voz alta pudiera borrar lo que había hecho. Max lo miró, su rostro pálido, y Leo vio cómo una lágrima rodaba por su mejilla.

"Todo lo que pasó... todo fue mutuo," dijo finalmente Max, su voz quebrada, cargada de dolor y miedo. "Al principio... lo queríamos ambos. Pero algo cambió en ti."

Las palabras de Max cayeron sobre Leo como una losa. Las escenas que antes había revivido como momentos de sometimiento se reformaron en su mente, pero esta vez desde una nueva perspectiva. No había habido violencia, no al principio. No había habido resistencia. El sexo entre ellos había sido una exploración mutua, un escape a su aislamiento, hasta que Leo había comenzado a ver a Max como una amenaza.

Su atracción por él se había transformado en miedo, un miedo profundo y visceral. Y en su esfuerzo por negar ese deseo, había cambiado la narrativa en su mente, distorsionándola hasta convertir a Max en el agresor, el que lo dominaba, el que lo obligaba. Pero en realidad, había sido Leo quien lo había hecho.

El temblor en el cuerpo de Max, el miedo en sus ojos, todo tenía sentido ahora. No era el temor de alguien sometido, sino el miedo de un hombre que había visto cómo su amigo más cercano se quebraba y lo arrastraba consigo en su descenso.

Leo cayó de rodillas frente a Max, el peso de la verdad aplastándolo. "Lo siento... lo siento tanto," susurró, sus lágrimas cayendo al suelo de la cabaña. "No sabía... no quería... perdóname, por favor."

Pero Max no respondió. Solo lo miraba, roto, y Leo entendió que el daño ya estaba hecho.

La tormenta había pasado afuera, pero dentro de la cabaña, la verdadera devastación acababa de empezar.

TENTACION FORZADA [+18] BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora