25.

52 12 0
                                    

Si el tiempo solía pasar lentamente para mí, esa semana pasó mágicamente lo más rápido que pudo. Cuando quise darme cuenta, me encontraba con la maleta en la entradita de casa mientras esperaba a que Sunoo tocara el timbre para irnos juntos al aeropuerto. Mis manos sudaban por los nervios y las secaba en mi pantalón, frustrada al sentir como la funda de mi teléfono se humedecía.

El timbre finalmente resonó haciendo eco en las paredes de mi casa, haciéndome correr hacia la entrada. Antes de abrir me miré unos segundos en el espejo, arreglando mi ropa y mi cabello, y finalmente abrí la puerta para encontrarme frente a frente con Sunoo. Me saludó agitando su mano de lado a lado efusivamente y me señaló su maleta.

—¿Estás lista para irnos?
—Sí, sí, definitivamente, sí.

Tomé la maleta que estaba apenas unos pasos atrás y la arrastré hasta la puerta, cerrando esta y cerciorándome que la dejaba bien cerrada, por supuesto. Al salir no vi ningún autobús del equipo ni a ningún otro miembro, por lo que me extrañé bastante, pero decidí seguirle. Quizá estaban todos esperando en el aeropuerto directamente y Sunoo se había desviado para venir a recogerme.

Llamamos a un taxi para que nos llevara al aeropuerto sin las complicaciones y la incomodidad de ir en un autobús. Movía mis piernas nerviosa mientras miraba por la ventana, a pesar de que no hubiera nada nuevo ni curioso que ver. Entonces sentí su mano posarse en mi pierna, dando un suave apretón en un intento de reconfortar mis nervios, pero no podía evitarlo. Giré mi cabeza y le sonreí, dándole a entender que estaba bien, sólo nerviosa; él me devolvió la sonrisa, pero no quitó la mano de mi pierna, sino que empezó a dar suaves caricias con su pulgar.

Al llegar al aeropuerto nos bajamos del taxi, sacando las maletas del maletero. Observé que seguía sin haber ningún autobús fuera que indicara que el equipo estaba allí; si los había, estaban llenos de personas extranjeras que se estaban montando para ir a sus hoteles. Miré a Sunoo para preguntarle, pero se le veía demasiado tranquilo, por lo que pensé que no había problema en realidad.

¿A qué hora embarcamos?
—Si no hay retrasos, en 45 minutos.

Asentí un par de veces, dejando que me guiara hasta los mostradores de facturación, despachos de aduanas, el detector de metales... Así hasta estar finalmente dentro del lugar. Todo el mundo daba vueltas de un lado a otro, comprando unas últimas cosas en las cafeterías, en las tiendas de souvenirs, en las tiendas de libros... ¡Era increíble la cantidad de gente que había! Sunoo tomó mi mano y me guió hacia la pista donde debíamos esperar para nuestro vuelo, y aún así seguía sin haber nadie del equipo.

Sunoo... ¿Y los demás?
—Oh, quizá llegan tarde.
—¿Tarde? ¡Van a perder el vuelo!
—Shh, ese no es nuestro problema. Tú tranquila y disfruta.

Ladeé mi boca, no muy satisfecha con esa respuesta. Aunque a la vez... Era un alivio no tener a esos simios alrededor. Mi estado de ánimo cambió drásticamente cuando nos llamaron para entrar finalmente a la pasarela que nos llevaría al avión. Obviamente, mis manos volvían a sudar del nerviosismo y Sunoo lo notaba, pero no hacía nada. No apartaba su mano. Al contrario, me sostenía con más fuerza y parecía sonreír divertido por aquello. 

El avión finalmente había despegado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El avión finalmente había despegado. Había sido la peor parte para mí. Me encontraba mareada y sentía un enorme vértigo instalado en mi pecho. Sunoo me había ayudado a ponerme el cinturón y notaba que estaba firme, bien apretado, pero aún así, un enorme miedo me recorría. Dicen que el despegue y el aterrizaje son los momentos más críticos de un vuelo y definitivamente podía entender el porqué.

Apenas unos minutos después de haber tomado la altura perfecta para comenzar a sobrevolar, observaba por la ventana de forma curiosa. Esta vez sí que había dónde mirar. Le daba pequeños golpecitos a Sunoo para que mirara por la ventana como yo, momento que él aprovechó para apoyarse en mi hombro.

Me había quedado tan absorta observando como íbamos por encima de las nubes que no me di cuenta de que Sunoo estaba quedándose dormido hasta que sentí su peso en mi hombro. Dejé escapar una suave risita, y tras dejar un beso en su cabeza, llevé mi mano a su pelo y a su rostro para alterar las caricias entre un lugar y otro.

Lo que restaba del viaje lo pasé obnubilada, completamente inmersa en mis propios pensamientos, mientras veía cómo el paisaje que había bajo nosotros iba cambiando según se disipaban las nubes o aparecían más. A quién iba a engañar, yo misma me estaba quedando dormida, pero tenía demasiadas ganas de llegar y no quería ser la última en salir del avión, todo lo contrario. No podía esperar. 

End Game.-Kim Sunoo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora