11.

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Me giré sobre mis talones boquiabierta y le miré fijamente. Su cuerpo tenía una forma realmente bonita: su espalda era ancha, al igual que sus caderas, sin embargo, su cintura era diminuta y hacía un contraste armonioso con todas las proporciones de su cuerpo. Di un par de pasos hacia él, causándole algo de sorpresa a juzgar por su expresión y llevé mis manos a mi boca.

¡Sunoo, tienes un cuerpo muy bonito!
—¿De verdad?
—Llevó sus manos a su rostro, escondiéndose entre estas. —Muchas gracias, ay...
—¡De verdad, es increíble!
—¡No digas esas cosas! Me voy a sonrojar.

Su risita estaba haciendo eco por todo el vestuario y me había llenado de una inexplicable felicidad el escuchar lo alegre que le ponían los comentarios de ese tipo. Destapó su rostro lo suficiente como para asomar sus ojos y así mirarme, aunque más que mirarme a mí, pareció mirar a través de mí.

¿Traes maquillaje?—preguntó en voz baja.
Por supuesto, ¿quieres usar un poco?

Pareció dudarlo. No estaba muy seguro de decirme que sí, pero algo me decía que sólo necesitaba que yo le diera el empujón a hacerlo. Le sonreí y caminé de vuelta a los espejos del lavabo, pasando el dedo lleno de suaves brillitos por mi párpado. Le miré a través del espejo y tomé el eyeliner para seguir adelantando camino.

—Vamos, Su, vístete. No me va a dar tiempo a maquillarte si simplemente me miras así.

Algo pareció cambiar en su forma de pensar, como si me hubiera llevado una nube negra con mis palabras y volviera a brillar el sol en su cabecita. Tomó su ropa entre sus manos y corrió a esconderse de mis ojos para vestirse. Mientras tanto, yo continué con lo que hacía, terminando por pintar el eyeliner más desastroso de mi vida en mis ojos. En realidad no estaba tan mal, pero tampoco estaba como me gustaría que estuviera. Simplemente quería acabar cuanto antes para hacerle lo mismo a él antes de que su confianza en sí mismo volviera a atascarse en su garganta.

Con pequeños toquecitos del pintalabios, comencé a darle un tierno y natural color a mis labios. Al mirarme en el espejo, un balde de agua fría cayó sobre mi cabeza. "¿Para qué te arreglas tanto? Sólo os vais a ver como amigos y seguramente te hable sobre NiKi..." Entonces la confianza desapareció poco a poco en mí.

—Ya estoy.— su vocecita me distrajo y me sacó de mis pensamientos.— ¿Puedes...?
—Por supuesto, ven aquí, siéntate en el banco.

Sunoo me hizo caso y se sentó jugueteando con la toalla aún en sus manos

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Sunoo me hizo caso y se sentó jugueteando con la toalla aún en sus manos. Parecía nervioso, pero no me atrevía a indagar mucho más; no quería que lo viera inapropiado. Tomé el maquillaje que había dejado sobre la pila y lo posé a su lado, comenzando exactamente por lo mismo que había empezado yo. Escogí un tono rosado para los brillos que iba a poner sobre su párpado y alcé su rostro por el mentón suavemente. Sunoo cerró sus ojos y con suavidad comencé a trazar caricias con mi dedo en sus párpados, llenando este de unos adorables brillitos. Sonreí para mí misma y aproveché ese momento en específico para observar bien sus facciones. Sunoo era precioso.

Dejé entonces la sombra de ojos donde la había tomado y la intercambié por el eyeliner. Me había mentalizado en que debía hacerle el delineado más acorde con su mirada y definitivamente ese tipo de delineado no era mi especialidad. Con sumo cuidado y lentitud comencé a marcar por dónde debía seguir el pincel para trazar un perfecto fox-eye. Eso iba a potenciar la intensidad de su mirada y a hacerla más profunda. Miraba de un ojo a otro; quería creer que lo había conseguido y la confirmación llegó cuando abrió sus ojos para verme.

Juro que en ese mismo instante mi corazón se paró en seco.

Su mirada había llegado a lo más profundo de mi alma, haciendo que mis manos torpemente temblaran y se me cayera el delineador al suelo. Él rió, haciendo que sus ojitos quedaran en dos tiernas rayitas completamente opuestas a la mirada que acababa de ver. Se inclinó sobre sus piernas para coger el eyeliner y me lo devolvió con una sonrisita que ya dejaba asomar sus ojos.

—Gracias, Su.

Él negó, restándole importancia y dejé el maquillaje de nuevo a un lado, centrándome ahora en lo que faltaba por pintar. Tomé la barrita de labios, sosteniendo de nuevo el rostro de Sunoo con mi mano. Él observaba el color con curiosidad y tras eso volvió a dirigir su mirada hacia mí. Juro por Dios que si me miraba una sola vez más así, iba a morir ahí mismo. Giré el tubo para sacar un poco más de producto y al acercar este a sus labios, él mismo se encargó de entreabrirlos lo suficiente para poder darles color correctamente. Comencé a dejar suaves toquecitos en sus labios, tal y como había hecho en los míos frente al espejo. Sin embargo, me sentía mucho más tensa que entonces. Sus ojos seguían fijos en mí sin entender el porqué... No hasta que sentí como mis propios labios se habían entreabierto de igual forma, imitando los de Sunoo.

Observé sus ojos. Su mirada viajaba de mis ojos a mis labios, prácticamente lo mismo que había estado haciendo yo apenas unos segundos antes. Ambos nos quedamos estáticos al cruzar miradas fijamente y yo solté su mentón, avergonzada. Él carraspeó y se levantó rápidamente del banco, dirigiéndose a los espejos para darse un último vistazo.

—Creo que es mejor que vayamos yendo antes de que la cafetería cierre.

Habló a la vez que giraba sobre sí mismo para mirarme con una sonrisa mientras señalaba la puerta con su mano derecha. Yo asentí, tomando la mochila del entrenamiento y fui la primera en salir por la puerta. ¿Qué estupidez he estado a punto de cometer?

Sunoo... Sólo te puedo culpar por tus hermosos rasgos y la forma en que lo haces todo con facilidad.

End Game.-Kim Sunoo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora