18 | Capítulo |

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Roxanne.

Ravenfil.

El ambiente en la habitación se volvió aún más pesado cuando decidí que ya no podía contenerlo más. Todo lo que había estado guardando, cada pedazo de frustración, de rabia, de dolor, subió a la superficie con una fuerza que me sorprendió a mí misma. Mason seguía ahí, impasible, con esa expresión fría y controlada que me hacía hervir la sangre.

—Dime la verdad, Mason —dije de repente, mi voz más alta de lo habitual, rompiendo el silencio tenso—. No te hagas el que no sabes. Lo sabías todo este tiempo, ¿verdad? Sabías lo que estaba pasando, sabías quién me atacó, y no me dijiste nada.

Los ojos de Mason se clavaron en los míos, tan gélidos como siempre, pero había algo más detrás de esa mirada. Algo que no podía descifrar del todo, y en ese momento, no me importaba. Solo quería una respuesta, cualquier cosa que rompiera ese muro de silencio que él siempre levantaba entre nosotros.

—No era el momento —respondió Mason con una calma exasperante, como si fuera lo más razonable del mundo.

—¡No era el momento! —repetí, con incredulidad—. ¿Cuándo iba a ser el maldito momento, Mason? ¿Cuando estuviera muerta?

Derek y Alice intercambiaron miradas incómodas, como si no supieran si debían intervenir o dejarnos a nosotros dos resolverlo. Pero esto no era algo que se pudiera resolver con palabras suaves o gestos de paz. No había forma de arreglar esto. No después de todo lo que me había ocultado.

—Te estaba protegiendo —dijo Mason, dando un paso hacia mí, como si eso fuera suficiente excusa para todo.

—¿Protegiéndome? —Escupí la palabra con desprecio, dando un paso hacia él, mis puños apretados a los costados—. ¿Así es como lo llamas? Mentir, ocultarme la verdad... No necesito que me protejas. ¡Nunca lo he necesitado!

Mis palabras resonaron en la habitación, pero él no se inmutó. Sabía que estaba perdiendo el control, que el enojo me consumía, pero no podía detenerlo. Todo lo que había soportado hasta ese momento se acumuló, cada pequeño momento en que Mason me había dejado en la oscuridad, cada vez que había decidido por mí. Ya no iba a permitirlo.

—Si realmente te importara, me habrías dicho la verdad desde el principio —continué, acercándome más a él, mis ojos ardiendo de furia—. Pero no, decidiste jugar a ser mi salvador, como si supieras lo que es mejor para mí.

Mason no respondió de inmediato. Podía sentir la mirada de los demás sobre nosotros, pero ya no me importaba. Este momento era entre él y yo.

—Roxanne, no sabes lo que estás diciendo —replicó finalmente, su tono firme, pero no había emoción en él. Solo esa condenada frialdad.

—¿Ah, no? —Lo reté, acercándome lo suficiente como para que nuestros cuerpos casi se tocaran. Lo miré directamente a los ojos, desafiante—. Entonces explícame. Explícame por qué te crees con el derecho de decidir sobre mi vida. Explícame por qué siempre tienes que controlarlo todo. Y ya que estamos en eso, explícame por qué sigues aquí. ¿Por qué no te largas de una vez?

Sentí un nudo en mi garganta, pero lo ignoré. No iba a llorar, no frente a él. No le iba a dar el placer de ver que todo esto me estaba destrozando por dentro.

Mason me miraba en silencio, su rostro inexpresivo, pero podía sentir la tensión en el aire, como si estuviera luchando por mantener el control. Y eso solo me enfureció más. No podía soportar esa actitud distante, esa maldita máscara que se negaba a quitarse.

—¿Qué pasa, Mason? —lo desafié, dando un paso más hacia él—. ¿Por qué no me respondes? ¿O es que no tienes nada que decir?

Hubo un momento en que pensé que no diría nada, pero entonces vi algo en sus ojos. Algo que se encendió brevemente, una chispa de lo que parecía... enojo. Finalmente, algo real.

Two Roses Black (ALONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora