Mason.
Ravenfil. 13 de septiembre.
11:38 pm.
El hallazgo de Roxanne fue un golpe a la mandíbula.
La escena frente a mí estaba cargada de una violencia y un caos que me hizo apretar los dientes. El hombre que había estado atormentándola estaba de rodillas, la soga todavía colgando de su mano. La imagen de Roxanne en el suelo, su cuerpo enredado en una mezcla de sangre y dolor, me provocó una oleada de furia contenida. La satisfacción de encontrarla a tiempo se mezclaba con una rabia fría que me costaba manejar.
En un parpadeo, el hombre ya no estaba. Lo que quedaba de él era un mar de sangre y gritos ahogados, una muestra de la justicia que había decidido aplicar. Cada golpe, cada movimiento, era una descarga de la ira que sentía por ver a Roxanne en ese estado. No había piedad en lo que hice; sólo una fría determinación de eliminar una amenaza que no tenía derecho a existir.
Mientras me encargaba del atacante, mi mente estaba completamente enfocada en la tarea. No había espacio para emociones innecesarias, pero al momento de voltear hacia Roxanne, esa frialdad que me caracterizaba se desmoronó, dejando paso a una sensación inesperada. Verla allí, tambaleándose en el suelo, con el rostro lleno de lágrimas y miedo, activó algo en mí que no quería reconocer. Era una necesidad profunda de protegerla, de asegurarme de que estuviera a salvo, aunque eso significara hacer cosas que no solía admitir.
La carga de Roxanne en mis brazos no era sólo un acto de rescate; era una afirmación de que no podía permitir que le pasara más daño.
Su cuerpo estaba frágil, sus respiraciones entrecortadas, y su piel fría. Sentir el peso de su cuerpo me recordaba de manera cruda lo que había arriesgado al enfrentarme al atacante. Su cabeza descansaba sobre mi pecho, y el contacto directo con su piel me hizo sentir una conexión que no estaba preparado para enfrentar.
Mientras caminaba con ella, cada paso era una mezcla de cautela y urgencia. La herida en su cuello, la marca roja por la soga, me enfurecía y preocupaba a partes iguales. A cada instante, observaba su rostro, buscando señales de conciencia, de miedo, de cualquier cosa que me dijera cómo estaba realmente. El alivio de ver que estaba consciente, aunque claramente en dolor, era opacado por el temor de lo que aún podría sucederle.
—Tienes que quedarte tranquila —le susurré, tratando de mantener mi voz lo más suave posible. Mis palabras eran un intento de calmarla, pero también de calmarme a mí mismo. No estaba acostumbrado a estos sentimientos, a este deseo de proteger a alguien con tanto ímpetu. Pero allí estaba, cargándola con una determinación que era tanto un acto de compasión como de control.
Mientras me acercaba a la salida, podía sentir el pulso de su corazón, el ritmo irregular de su respiración. Me aseguré de que cada movimiento fuera lo más cuidadoso posible, aunque la urgencia de llegar a un lugar seguro no me dejaba tranquilo. Cada latido que sentía contra mi pecho me decía que debía mantenerme firme, que debía ser la barrera entre ella y el peligro que aún acechaba.
A medida que la llevaba, me di cuenta de que no sólo la estaba protegiendo físicamente. Había algo más en juego, una necesidad de asegurarme de que, al menos en este momento, ella no tuviera que enfrentar más terror. Aunque no lo admitiría en voz alta, sentí una necesidad abrumadora de calmarla, de hacerla sentir segura. Esta sensación, esta imperiosa necesidad de mantenerla a salvo, era algo con lo que tendría que lidiar después. Ahora, sólo quería que estuviera bien.
Jasper tenia razón...los Vermis vinieron por ella, pero no necesita mas preocupaciones por el momento.
Roxanne.
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Two Roses Black (ALONE)
Gizem / GerilimRoxxane nunca imaginó que un simple viaje familiar al corazón de un pueblo desolado cambiaría su vida para siempre. La cabaña de su abuela, perdida en las entrañas de un bosque oscuro y lleno de secretos, no era el refugio tranquilo que esperaba. Al...