capitulo 32

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Keil corría sin descanso, dispuesto a acabar con Kang de una vez por todas. Sus lobos lo seguían de cerca, listos para la batalla. Pero al llegar al lugar donde había escuchado el rugido, todo estaba desierto. No había ni rastro de Kang ni de sus seguidores.

—¡SIGUE ESCONDIÉNDOTE, KANG! —gritó Keil, su voz resonando en el aire frío—. ¡NO ME CANSARÉ DE BUSCARTE, MALDITA RATA! ¡SÉ QUE ME ESTÁS ESCUCHANDO, PUEDO OLER TU HORRIBLE AROMA!

Keil escaneaba el área con la mirada, buscando algún indicio de su hermano, pero no había señales.

A lo lejos, oculto entre las sombras, Kang lo observaba, con el rostro torcido de furia.

—¿Hasta cuándo tendré que esconderme de ti? —murmuró Kang para sí mismo, sus garras apretadas contra la tierra.

Keil, sin embargo, no se dio por vencido. Sabía que su hermano lo estaba escuchando, que no podía esconderse para siempre.

—Está bien, Kang, sigamos con este juego. Sé que planeas subir arriba, pero no te lo permitiré —gritó Keil una vez más, dejando clara su amenaza—. Algún día tendrás que salir de tu escondite, y ese día te estaré esperando.

Con una última mirada a su alrededor, Keil decidió marcharse. Aunque no lo había encontrado, sabía que había dejado a Kang humillado. El juego de caza aún no terminaba, pero cada día sentía que estaba más cerca de su objetivo.

Oculto, Kang observó a su hermano marcharse, su furia creciendo. Ser humillado de esa manera solo aumentaba su sed de venganza. Sabía que eventualmente el enfrentamiento sería inevitable, pero por ahora, prefería mantenerse en las sombras, preparando su ataque.

 Sabía que eventualmente el enfrentamiento sería inevitable, pero por ahora, prefería mantenerse en las sombras, preparando su ataque

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Habían pasado dos meses desde la tormenta y el invierno se desvanecía lentamente, dejando paso a los primeros días de calor. Tae y Jimin ya lucían vientres bastante notables por sus embarazos, mientras el aire se llenaba de expectativa y calma tras las duras temporadas anteriores.

En una pequeña cabaña, Tae estaba concentrado moliendo semillas y otras hierbas en un cuenco, un aroma inusual llenando el espacio. El omega estaba tan absorto en su tarea que no se dio cuenta cuando Jungkook, su alfa, lo encontró. Con sigilo, Jungkook se acercó por detrás y, antes de que Tae pudiera reaccionar, le dio un pequeño susto.

—¡Ah! —Tae dejó escapar un pequeño grito, girándose entre risas.

Jungkook lo miró con una sonrisa traviesa antes de levantarlo con facilidad y colocarlo sobre la mesa. Robándole un beso suave, el alfa dejó que sus labios se rozaran antes de hablar.

—Te encontré. ¿Qué haces aquí? —preguntó Jungkook, observando el cuenco y las semillas con curiosidad.

Tae, aún riendo por la sorpresa, miró a Jungkook y respondió:

—Estaba preparando una mezcla de hierbas. Es para aliviar el dolor de espalda... ya sabes, con el bebé creciendo, todo duele un poco más.

Jungkook sonrió y acarició suavemente el vientre de Tae.

nuestro peligroso amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora