Capítulo 30. Abriendo el corazón.

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Tres meses pasaron desde que me puse de novia, oficialmente, con Ian. Estábamos en casa de Fede, descansando después de haber dejado todo listo para nuestro viaje de mañana a Cancún. En estos meses, aprendí a hablar sobre lo que me pasa con Ian. A veces teníamos pequeñas discusiones porque me costaba decirle las cosas; sin embargo, horas después se solucionaba y estábamos como siempre.

—Gorda —dijo Ian mientras acomodaba su cabeza en mis piernas después de salir de bañarse. Yo estaba sentada en el balcón que daba al jardín, disfrutando de la débil llovizna que caía.

—¡Si?—respondí, mirándolo y acariciándole la cara.

—Perdón si te incomoda, pero... ¿nunca supiste nada de tu vieja? —preguntó algo dudoso. Podía sentir cómo mi corazón se detenía al acordarme de mamá.

Negué con la cabeza. —Mamá se fue; era muy joven cuando me tuvo, 20 años... además, fue con alguien que ni siquiera era su novio, mi abuela me contó que una noche conoció a un chico en un boliche y después de eso quedó embarazada —conté—. ella la apoyó siempre, estuvo con mi mamá cuando la necesitó, pero mi vieja, al parecer, me odiaba. —dije, haciendo una mueca.

—¿Vos le preguntaste a tu abuela? ¿O te contó ella por contarte? —preguntó.

—Cuando crecí, quería saber de ella. A los 10 años, cuando me empezó a llamar la atención el hecho de ver a mis compañeritos de colegio ser retirados por sus padres y yo no, le pregunté a mi abuela por qué mamá y papá nunca estaban conmigo, y ella optó por decirme la verdad. Creía que si me mentía podría ser peor —dije.

Ian me miró con ternura y comprensión en sus ojos, y se levantó para sentarse a mi altura. —Vos no tenés la culpa de nada —dijo, como si supiera lo que sentía.

Me sentía insuficiente. Primero mi papá, que ni siquiera supo de mi existencia; después mamá, que se fue dejándome como si no le importara. Mis "amigos", dejándome de lado. Desde ahí venía mi trauma de abandono... A veces sentía que Ian en cualquier momento se aburriría de mí y se iría, aunque él me enseñaba día a día a dejar de lado esos pensamientos.

—Te amo —dije, mirándolo a los ojos. Esas palabras se me escaparon. Por un momento creí que no debía haber dicho nada, pero entonces vi el brillo en los ojos de Ian, ese brillo único que aparece cuando se emociona. Me besó muchas veces en toda la cara y respondió:

—Te amo más, bonita —dijo sonriendo—. ¿Hacemos algo hoy?

—La verdad es que, después de la semana agitada que tuvimos y con el día como está, prefiero quedarme en casa —dije, mirándolo, expectante a lo que respondería—. ¿No te enojas? —pregunté.

—No, mi amor, ¿cómo me voy a enojar? Está bien, nos quedamos acá. Podemos encontrar algo que hacer mientras llegan los chicos —dijo, mirándome con picardía.

Solté una carcajada y lo miré desafiante. —¿Ah, sí? ¿Como qué? —pregunté mientras veía cómo Ian se levantaba del sillón y me daba la mano para que yo me levantara con él.

Me atrajo hacia él, poniendo sus manos en mi cintura mientras me daba besos interrumpidos por palabras.

—Podemos —me dio un beso— subir —otro beso mientras se encaminaba hacia las escaleras— y besarnos. Darnos mucho amor —dijo sonriendo y dándome otro beso—. Hacer un nietito para mi mamá —añadió, y yo solté una carcajada, pegándole en el hombro.

—Nos mata tu mamá —dije riendo.

Subimos al cuarto de Ian. Estábamos solos, ya que Fede había salido a hacer unos trámites antes de nuestro viaje de mañana, y Teo se la pasaba con los chicos. Íbamos todos al viaje, excepto Parce, que tuvo que volver a Colombia.

Desenfocada. (Ian Lucas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora