Extra| Blue roses

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T O M

Estuve cerca de la muerte, estuve tan cerca que no haber logrado quitarme la puta vida me jode como la mierda. No puedo seguir si cada vez que veo sus zafiros lo único que noto en ellos es... vacío. Se apagaron.

Yo los apagué. Y tenerla llorando por mi puta culpa entre mis brazos no ayuda a desaparecer el remordimiento que crece hasta asfixiarme.

Estoy desesperado.

¿Qué debo hacer ahora? Nunca antes me he arrepentido. De hecho, no recuerdo una sola cosa de la que me haya arrepentido alguna vez. Ninguna excepto lo que hice esa noche en Heaven con Artemisa.

Maldición. ¿Qué carajos hago ahora?

—Quiero irme.

Su suave voz me saca de mis pensamientos. La veo apartar la cabeza de mi pecho una vez más para mirarme con los ojos hinchados y rojos de tanto llorar. Mi corazón se estruja.

—Ya te dije que tú nunca...

—Irme de Tokio —me interrumpe—. Quiero regresar a Paris.

Bastaría con levantar el teléfono para cumplir lo que me pide, pero...

—No —mi negativa la hace alejarse de mí por completo.

—Por favor —suelta por lo bajo desordenándose el cabello—. No... No quiero seguir aquí.

—Aún no conoces Tokio.

—Y no quiero hacerlo, Tom. No después de... —suspira y aunque se calla, sé que se refiere a Heaven. Otra punzada de culpa impacta en la gran montaña de remordimiento que llevo por dentro—. Solo no quiero, mira dónde estamos.

Observa a su alrededor; el piso está manchado de sangre y la pared tiene un par de gotas también que delatan lo que hizo.

—Estamos en un burdel —me trago el impulso de contradecirla para aclarar que es una casa de apuestas—, con prostitutas que no dejan de merodear a tu alrededor como hienas. Hiciste lo que quisiste conmigo, luego asesinaste a media ciudad y hace dos minutos tuve que quitarte a una puta de encima.

Una puta que jamás pensaba tocar. Pero claro, ella no lo sabe. Y no lo sabrá.

—He tenido suficiente de esta ciudad. Quiero... Necesito irme —se corrige a sí misma.

El azul de su mirada me suplica que por favor ceda, solo por esta vez, y finalmente lo hago. Me doblego.

Carajo.

Mi cabeza me grita las cientos de razones por las que debería obligarla a quedarse conmigo, pero la obligo a callar. No sé por qué, no sé cómo y tampoco sé en qué momento Artemisa obtuvo tanto poder sobre mí, pero da igual de todas formas.

Haré lo que diga.

A mi manera.

—Le diré a Georg que te lleve al aeropuerto. Mi jet te esperará allí.

—Espera ¿qué? —sacude la cabeza incrédula—. ¿Hablas en serio?

Aprieto los puños conteniéndome para no gritarle en la maldita cara que abra los ojos, para no obligarla a aceptar que sentirá que desfallece poco a poco si no me tiene cerca.

Darkness feel like hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora