25| I'll get you back

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Entro por la puerta principal apuntando a todas partes. Los disparos se escuchan en el exterior así que no tardo en llegar al jardín trasero con Bill detrás. Tenemos una camioneta lista para irnos de aquí en cuanto estemos todos reunidos.

Me oculto detrás de los cristales en la sala principal, visualizando a lo lejos cerca a la piscina a Georg, Gustav, Levi y Amir. Debo distraer a Han si queremos llegar a ellos. Los disparos se oyen de ambos lados ensordeciéndome mientras hablo por encima del ruido para ser escuchado.

—¡¿Aún puedo elegir, Han?!

Me importa un carajo si los clubes de las McQuoid se destruyen. Me importa una mierda si Francesco y Alexandre agotaron sus energías para tener listos los centros de control dentro de esos clubes. Nada me puede importar menos justo ahora. Tengo a Artemisa a salvo, ahora solo debo sacar a Georg y Gustav de aquí antes de que les peguen un tiro en la cabeza.

—¡Es muy tarde para negociar!

Entonces, todo pasa con tanta rapidez que apenas logro avisar que Han acaba de lanzar una puta granada hacia la piscina.

—¡GRANADA! —alerto a voces a los dos por quienes vengo, pero poco puedo hacer.

Intento correr hacia ellos, intento detener la explosión, pero no lo logro. Todos son arrojados por los aires y antes de que pueda hacer algo al respecto, una siguiente explosión impacta mi cuerpo contra el suelo.

Los cristales de las puertas de la mansión hechas trizas cortan algunas partes de mi cuerpo, incluido mi rostro. Mi cabeza choca contra el pavimento, haciéndome perder la consciencia por no sé cuánto tiempo y para cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy rodeado de tierra y polvo. Toso al mismo tiempo en que intento moverme.

Georg.

Gustav.

Sus nombres se repiten en mi cabeza una y otra vez. Levi y Amir pueden irse a la misma mierda, pero no mis hombres. Y es allí cuando mi cuerpo descompuesto logra recuperar la suficiente fuerza para ponerme de pie. El pitido agudo en mis oídos empieza a enfadarme al mismo tiempo en que busco a Bill con la mirada, encontrándolo sobre el suelo a un metro de mí.

Me acerco tambaleando, notando que aún respira.

—Bill —lo llamo, sin éxito. Me pongo de cuclillas a su lado para mover su cuerpo con facilidad—. Bill, carajo.

Nada.

—¡Bill!

Golpeo su mejilla lo suficientemente fuerte para lograr que sus ojos se abran de par en par. Observa todo a su alrededor desorientado y al incorporarse hace una mueca de dolor. Me echa un vistazo de pies a cabeza y al comprobar que me encuentro bien, gira en dirección a la piscina.

Le ofrezco una mano para ayudarlo a ponerse de pie y él la recibe sin dudar.

—Han... Mierda —hace una mueca sujetándose la cabeza—. ¿Dónde están Georg y Gustav?

—Siguen ocultos tras los sofás. Ve por ellos y lárguense de aquí —le hago una seña con la barbilla—. Yo me encargo del hijo de perra.

Sin esperar respuesta, camino hacia el escondite de Han, justo al lado del estacionamiento. Me oculto tras unos arbustos, sujetando con firmeza mi arma. Acorto la distancia con cautela y al llegar tras la pared en la que se escondía, Suo es quien me recibe encajando la culata de su arma en mi mandíbula.

Trastabillo con mis propios pies recibiendo una patada en el pecho que me lanza de espaldas contra el jardín. Suo intenta pisotearme la cara, pero ruedo a un lado y me pongo de pie disparando a quemarropa, pero ni una sola bala se libera.

No tengo municiones.

—Creo que tendremos que hacer esto a la antigua —me dice elevando su guardia.

Arrojo el fusil lejos de mí, sonriendo de lado.

—Como desees.

Lanza el primer golpe que esquivo logrando encajar mi puño en sus costillas. Lo escucho jadear al tiempo en que gira intentando patear mi cabeza, pero retrocedo y me agacho, barriendo el suelo con el pie. Su cuerpo cae en seco, así que me posiciono encima presionando mis pulgares en sus ojos.

Grita como un maldito loco mientras su sangre mancha mis manos y sus dedos se entierran en mi piel.

—Es una lástima que hayas elegido el lado equivocado —escupo cuando lo he dejado ciego por completo.

Me pongo de pie dispuesto a irme, pero entonces veo algo brillar entre sus bolsillos. Suo sigue llorando de dolor con el rostro empapado de sangre en tanto yo sujeto lo que sobresalía de su bolsillo.

Municiones.

Mi corazón se detiene.

Esto era una distracción.

Artemisa...

Mi cabeza duele como un carajo y el miedo me invade con tanta rapidez que por un segundo no puedo respirar.

—¿Qué le hicieron? —siseo entre dientes tomando un puñado de su camiseta—. ¡¿Qué carajos le hicieron?!

—Ha-Han... la matará. Sufrirá como la perra que...

Le arranco la puta lengua con mi navaja antes de que pueda seguir hablando. Le clavo una puñalada al lado del cuello y me echo a correr a través del campo de tenis con el corazón en la boca y el miedo en cada rincón de mi cuerpo.

Darkness feel like hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora