35 - De bibliotecas y librerías

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Esmeralda intentó curar a Álex, aunque el resultado no fue del todo exitoso

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Esmeralda intentó curar a Álex, aunque el resultado no fue del todo exitoso. Su herida era profunda y, tras media hora de esfuerzos, finalmente logró que dejara de sangrar profusamente.

—No entiendo por qué con vosotros no funciona bien —dijo, exhalando un suspiro desesperado.

—No pasa nada, Esme —intervino Álex, cogiéndola del brazo—. Estoy mucho mejor, gracias.

Era cierto que había recuperado parte del color que había perdido en los últimos minutos. Después de eso, Esmeralda sacó unos guantes de goma de su bolso y se los puso rápidamente: el sonido del látex resonó en el silencio. También extrajo una pequeña cajetilla de metal con un dibujo colorido en la tapa; era su costurero de emergencia. Lo llevaba casi por inercia, pues hacía tiempo que pensó que jamás tendría que volver a utilizarlo, gracias a su poder.

Tras curar a Álex de la manera tradicional, se pusieron en marcha al caer la noche, dirigiéndose hacia Atocha. Media hora de calle en calle, tomando atajos, les llevó a la plaza de los trenes, donde el famoso reloj marcaba una hora que nadie veía, junto a las estatuas del Ministerio de Agricultura.

Cuando Carlota vio a Adrián, corrió hacia él y se fundieron en un abrazo cálido, un momento cómodo para ellos pero incómodo para los demás. Jon, sin tapujos, se acercó a Taylor e hizo la pregunta del momento:

—¿La viste? ¿Cómo era?

Taylor negó con la cabeza, resoplando ligeramente.

—No lo sé, fue solo un instante. Pelo corto, negro... muy negro. Y bastante corto.

Jon la miró con asombro.

—¿Ya está? ¿Hemos montado todo este lío para saber que la Reina es morena?

Taylor puso los ojos en blanco.

—Joder, podrías ser más amable. Tenía los ojos marrones, pero tenía las ojeras y los párpados pintados de negro. Supongo que era maquillaje. Y en las mejillas, tres líneas, como esas que usan los indios. Para no ser reconocida tan fácilmente, supongo.

—Esto ha ido jodidamente mal, ¿no? —volvió a decir Jon, frustrado.

Adrián se separó de Carlota y compartió algo que aún no había dicho:

—Yo también la vi.

—¿Qué? —preguntaron varios al unísono.

—Cuando me enfrenté a Syloh. Él me estaba ganando. De hecho, creía que iba a morir. Me tenía bajo control y no paraba de golpearme. Pero justo unos segundos antes de que aparecieseis, la Reina llegó y se enfrentó a él. Ambos huyeron cuando os oyeron llegar a vosotros; no vi hacia dónde, se me cerraron los ojos.

—¿La Reina apareció y desapareció? —preguntó Adam, incrédulo.

—Algo así, sí.

—Quizás ese sea su poder —sugirió Lucas.

Signos - Saga del Zodiaco IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora