Bestias hermosas enjauladas, esa podría ser la mejor definición de lo que aquellos seres son, privados de relucir entre los demás.
¿Alguna vez oyeron hablar de seres híbridos?
Es común en el mundo referirse a ellos como un mito, pues, solo reconocen por híbridos a aquellos nacidos entre vampiros y hombres lobos, especies protagonistas de diversas historias clásicas que leen los mortales. Pero no son un mito, así como tampoco ellos lo son. Los brujos, brujas y oráculos les han dado muchos nombres, les han llamado de muchas formas, la tercera raza, nefilims, o mezclados; pero, tal especie tiene un nombre, Diangelus, la tercera raza existente proveniente de la relación entre un ángel y un demonio, los mortales no suelen llamarlos de esa forma, ni siquiera saben de su existencia, viven entre ellos y piensan que son sus iguales.
Por mucho tiempo han existido, pero se han mantenido ocultos, juntos en masa y lejos de los demás, tanto de los mortales con dones, como de ángeles y demonios. Son una raza discriminada, no por los mortales con don, sino, por sus progenitores, no son en apariencia como ellos, no son bellos, ni bestiales, son una mezcla de ambos que ellos llaman “aberración.” Su existencia no fue planeada, sin embargo, nacieron, condenados a vagar entre los mortales.
Un día, uno de ellos encontró a un mortal con don, aquel Diangelus que lo encontró en las calles de Rusia sintió algo diferente en aquel joven, sabía que no era un simple mortal, pero, había algo en él que lo hacía diferente a sus iguales, el Diangelus no supo por qué. Harto de esconderse, decidió acercarse a aquel muchacho que parecía un simple turista en aquella ciudad. Tuvo que fingir ser un local guía, y lo llevó al que era su hogar, al lugar oculto en el que vivía. Si sus sospechas fueron ciertas, el joven detectaría de inmediato algo extraño en todo aquello, y así fue, aunque tardó en hacerlo, puesto que ese ser era tan semejante a un humano que notar su verdadera esencia era casi imposible. El joven viajero era un brujo, uno capaz de ver el interior de aquel lugar que no podía ser visto por cualquiera. El lugar era tan esplendoroso que parecía irreal, tanta belleza oculta por una fachada ficticia no le hacía justicia, pero así debía mantenerse.
Por un momento creyeron que el joven era una amenaza, su esencia pudo ser detectada por todos, incluso por quien era su líder, no era común que un mortal con don estuviera tan cerca de su residencia, lo increparon, estaban a punto de torturarlo, él pedía clemencia, estaba aterrado, no sabía quiénes eran ellos, y temía morir. De no haberse interpuesto el líder lo habrían matado, pero él lo dejó en libertad cuando sintió en él lo mismo que el Diangelus que lo llevó ahí había sentido, le dijo que se fuera, pero el mortal se negó, quería saber más de ellos, no tenía malas intenciones, ni quería hacerles daño. Así que, el líder por primera vez hizo una excepción, permitiendo que ese joven se quedare en su lugar sagrado. Se ganó la confianza de todos, fue parte de ellos, sabía tanto, había incluso despertado de una manera que ningún otro mortal con don había logrado, sus poderes incrementaron, fue desde ahí que juró lealtad a ellos, sirviéndoles en agradecimiento por dejarlo con vida y darle todo lo que le habían dado.
Se instaló con ellos algunos años, viviendo como uno más. Pero aquella noche sería la última que pasaría en aquel lugar, debía volver a casa, pero no podía irse sin que el líder compartiera con él aquello que para todos los Diangelus era importante y esperado desde hace mucho tiempo.
Estaban en una biblioteca atestada de pergaminos. El joven caminaba al lado del líder de la tercera raza, aquel ser tenía características muy singulares, características humanas, pero que podrían sobresalir entre todas las existentes, su cabello era largo de un color gris oscuro, sus ojos eran de diferentes tonalidades, el ojo izquierdo naranja y el derecho del mismo tono que su cabello, su piel morena se ajustaba a sus ropas elegantes y distinguidas.
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Uzellb & Lubriel ©
ParanormalTodo ha cambiado. El juicio final se ha ejecutado. Desde ese día el mundo se volvió mejor, pero los impíos siguen habitando las Tierras que Dios ha creado, ellos no se fueron, solo se ocultaron. Viven con la esperanza de ser liberados, de ser visibi...