Nova enim cicatricem tibi.
NARRA UZELLB.
Me había ido de la fiesta antes de que empezara la mejor parte, mi padre me llamó para decirme que en unas cuantas horas llegarían a casa, solo tomé el auto y vine, sin decirle a mi hermana, a Caín o a Samaín. Nuestros padres no sabían que no estábamos en casa, así que creí que el que me encontraran aquí no iba a preocuparlos, sobre mi hermana podría inventar alguna explicación de por qué no estaba.
Pero me di cuenta de que mis padres nunca se fueron de crucero, simplemente nos hicieron creer que irían de vacaciones por su aniversario, aunque, en realidad, no fueron ellos los que nos hicieron creer eso, sino el serafín que ahora estaba frente a mí, no tenía que ser un experto para saber que lo era, Lubriel me había platicado sobre ellos cuando estudió de ellos en una de sus clases. Mis padres estaban a sus costados de pie viéndome fijamente, con sus ojos en blanco y sus rostros inexpresivos, ni siquiera sabía si estaban vivos o no.
—Como puedes ver, he jugado con tus padres adoptivos, Uzellb, son mis marionetas, yo los he poseído, puedo controlarlos, puedo provocar que hagan cualquier cosa, incluso... atacarte. —cuando dijo aquello no demostró ninguna expresión, pero el tono de su voz estaba lleno de satisfacción por estar en esta situación, por tener a su merced a mis padres— Verás, no planeo atacarte a primera estancia, quiero saber cuan hábil eres, pelear con ellos será como hacerlo conmigo, pero con un poco menos de poder, así que, ¿qué esperas?, hijo del demonio que provocó mi exilio del cielo, contigo tu padre expirará lo que le falta por saldar conmigo.
Vi como el rostro de mis padres cambiaba, tal como bestias molestas venir hacia mí, no quería lastimarlos, no debía, pero ellos en este momento no eran los que me habían criado, estaban siendo manipulados por ese ser, así que, tenía que tomar una decisión, era la vida de ellos, o la mía, y yo no quería morir.
Mi padre fue el primero en lanzarse hacia mí, como ese serafín había dicho, sería como luchar con él, pero con menos poder, mi padre tenía mucha fuerza, sin embargo, yo podría superarlo. Me embistió, haciendo que ambos cayéramos al suelo e intentó golpearme con su puño en el rostro, pero en un rápido actuar moví mi cabeza hacia un lado, así que el puño que iba con tanta agresividad hacia mi impactó con la madera del piso, quebrándola. Fue en ese momento, en el que su mano había quedado atrapada en la madera que yo comencé a golpearlo, sin detenerme, su cara comenzó a sangrar, su nariz, su labio, lo estaba acribillando y a él no parecía dolerle en lo absoluto, seguía intentando sacar la mano que estaba atrapada, aprovechando eso me puse de pie, al hacerlo mi madre se me vino encima, no me hizo caer como logró hacerlo mi padre, pero se enganchó en mí, como un mono al tronco de un árbol, sus manos las llevó a mi espalda y sus uñas con una fuerza rasgaron mi ropa hasta llegar a mi piel, rasguñando mi espalda, no me dolió tanto, pero el ardor comenzaba a ser insoportable, yo quería quitármela de encima, pero ella se aferraba a mí, su rostro buscaba el mío, buscaba morderme, sus ojos completamente blancos brillaron, y sus dientes se habían convertido en finos colmillos que anhelaban mordisquearme hasta matarme. Una de mis manos se condujo a su rostro y con fuerza hice que la hiciera hacia atrás, su boca se movía, lanzando tarascadas al aire, no podía tenerla así más tiempo, así que ingeniándomelas dejé de poner mi mano sobre su frente y la tomé de la cintura para hacer fuerza, logré que se separara de mí, y la empujé tan fuerte que su cuerpo salió disparado directo a la vitrina que estaba en la sala, aquella vitrina llena de nuestras fotos familiares y cosas que mamá suele coleccionar, tacitas, figuras de porcelana y una cajita musical en forma de botella la cual por dentro tenía un barco y delfines simulando estar en agua. Cuando su cuerpo impactó con aquello todo se hizo añicos, las fotos y los adornos, todo se quebró al caer al suelo, mi madre elevó su rostro y sus ojos impactaron con los míos, tenía una mirada intensa, una que a cualquiera le daría miedo, sabía que a quien estaba viendo no era a mi madre, el vestido que llevaba puesto se había roto por los pedazos de vidrio que lo rozaron, sus brazos, incluso su rostro tenían finas heridas que comenzaron a despedir un color rojizo, empezaba a sangrar.

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Uzellb & Lubriel ©
ParanormalTodo ha cambiado. El juicio final se ha ejecutado. Desde ese día el mundo se volvió mejor, pero los impíos siguen habitando las Tierras que Dios ha creado, ellos no se fueron, solo se ocultaron. Viven con la esperanza de ser liberados, de ser visibi...