III

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Un cuento antes de dormir.

NARRADOR OMNISCIENTE.

La mujer de cabellos dorados caminaba por la habitación, aquella que era la más grande de toda la casa, una parte de ella tenía pintura azul, y la otra rosada, era la habitación de una niña y un niño, llena de estantes de libros, juguetes, y fotos, un techo plagado de estrellas luminosas e instrumentos miniatura de madera que colgaban. Al frente, acaparando toda la visión del lugar, se encontraba un enorme vitral de colores, formando un paisaje que se asemejaba mucho a una mezcla entre el cielo y el infierno.

La mujer se acercó a las dos camas que estaban tan juntas que parecían una sola, en ellas reposaban dos niños, Uzellb y Lubriel de unos cuatro años. Aquella mujer era Gabriel, quien tarareaba una canción mientras tomaba asiento en la orilla de la cama de Lubriel, llevaba un largo vestido blanco, a pesar de que en esa época esa clase de vestidos habían quedado en el olvido, Gabriel solía usarlos, después de todo, era la manera en que vestía allá en el cielo, quizás de forma inconsciente se sentía apegada a eso.

Los niños la miraban con fascinación mientras ella seguía tarareando, dirigió una de sus manos a la mejilla de Uzellb para acariciarlo y luego a la de Lubriel para hacer lo mismo, ambos comenzaron a tararear la canción al compás en que su madre lo hacía y ella sonrió.

War mächtig, er hatte auch alles. —Gabriel dejó de tararear y comenzó a cantar, pronunciando la letra de aquella canción en un idioma que los pequeños no pudieron entender, sin embargo, ellos no se concentraban en la letra, sino, en la voz tan armoniosa de su madre— Aber sein Ehrgeiz führte zu seinem Untergang.

Continuó cantando, y comenzó a arropar a sus pequeños, colocando las sábanas por sobre sus cuerpos, mientras ellos seguían tarareando la melodía. De pronto su vista viajó a uno de sus costados y lo vio, a su esposo parado en el marco de la puerta, apoyado en el mismo de brazos cruzados, viendo a su familia mientras sonreía, ella le sonrió también. Él caminó hasta donde estaban las camas, besó la cabeza de Gabriel y se sentó en la orilla de la cama de Uzellb.

» Jamás te había escuchado cantar, es hermoso.

Amon había recuperado su habilidad de comunicación telepática, aunque pasaron años para lograrlo, no meses, ni semanas, ni días, años. Al momento en que Gabriel lo escuchó, dejó de cantar y su mano se encontró con la de Amon para tomarla con la suya, Él habló de nuevo:

» Pero no entiendo el porqué de esa letra, es como volver a avivar momentos tormentosos.

Él entendió lo que dijo a la perfección, aunque fuese en otro idioma.

» Es parte de ti, tu historia, ahora que lo recuerdas, que yo lo recuerdo, es algo que siempre vivirá en nosotros, algo que nuestros hijos van a saber en unos cuántos años.

» Una historia que marcó nuestras vidas de una manera irreparable. No me reconocerán, no al de ahora, no soy ni la sombra de aquel demonio, no sé qué pensarán de mí cuando lo sepan.

» Pensarán que fuiste un extraordinario padre.

Él solo la miró y ella le sonrió mientras acariciaba su mano. Los pequeños empezaban a cerrar sus ojos para quedarse dormidos. Amon y Gabriel se dieron cuenta de eso y ambos se acercaron a los niños para darles un suave beso en la frente.

—Descansen mis lindos ángeles.

Amon la miró con una ceja alzada, ella rió levemente, sabía que llamarles de esa forma a él no le gustaba nada.

—Hasta mañana, pequeños demonios. —les dijo él y Gabriel volvió a reír negando con su cabeza.

Uzellb y Lubriel al escucharlos abrieron sus ojos de golpe e hicieron un puchero mientras lo miraban.

Uzellb & Lubriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora