XII

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Pater.

NARRA LUBRIEL.

Veía a un niño en un hermoso bosque, no era mi hermano, ese niño era distinto, quizás tenía unos cinco, o seis años, buscaba a alguien, corría de un lado para otro, yo lo seguía como un fantasma, sus cabellos color cobre se movían al ritmo en que su pequeño cuerpo se movía a una velocidad exagerada, se detuvo de golpe, parado frente a un árbol, un enorme pino que escaló con agilidad, llegó a la punta, se paró sobre una de las ramas, la más alta y dejó a la vista unas alas llenas de plumas marrones, alzó sus brazos y de sus manos salió humo de color morado y verde que lo envolvió por completo, yo volaba, no sé cómo lo hacía, pero me coloqué a su lado, no podía manejar mis acciones, pero tomé su mano, él la apretó aferrándose a mí, luego, ambos nos dejamos caer hacia delante, mi cuerpo descendía pero luego sentí unas manos tomarme de la cintura y envolverme con unas enormes alas, dejé de descender, me dirigía hacia arriba, sin detenerme, hasta que, en lo más alto mi vista se alzó para ver lo que me rodeaba, las alas que me cubrían dejaron de hacerlo y vi a aquel pequeño niño, pero ya no era un pequeño, era un joven, de mi edad, o un poco más, era alguien a quién yo conocía bien, era Fydeel, mirándome con fijeza.

Llevé mi mano hacia su rostro y lo acaricié, pero al hacerlo su rostro cambió, y frente a mí se presentó un hombre rubio de ojos azules, con rasgos muy pronunciados, pero desgastados, sus alas eran brillantes, blancas, grises y negras, él acercó su rostro al mío de forma amenazante, a la misma vez que lo hizo un estruendoso trueno se escuchó, tan cerca que me aturdió.

Mi cuerpo reaccionó a aquel sonido y me desperté desorientada, estaba en mi habitación, solo había sido un sueño, uno que al principio fue hermoso, pero al final fue desagradable, había soñado con ese hombre, Adán. Estaba tan inmersa pensando en lo que había soñado que ignoré el ruido de la lluvia y los truenos que se escuchaban cerca, miré hacia la ventana, estaba abierta y las cortinas se movían debido al impacto del aire que entraba con fiereza, me levanté de la cama y antes de caminar a la ventana para cerrarla noté que tenía puesta mi pijama, y pensé, ¿cómo es que la tenía puesta?, y lo que más me desconcertó, ¿por qué estaba dormida si no recordaba ir a la cama?, quizás casi no dormir por dos días está haciendo que haga cosas de las que ya no recuerdo. Con pasos torpes me dirigí a la ventana, tomé las dos alas y las cerré, la cortina dejó de moverse y cuando lo hizo vi claramente que alguien estaba parado, recostado a un lado de la ventana.

—¡Fydeel... Maldita sea!

Expresé con notable asombro, verlo ahí parado me asustó, no pegué un brinco ni me alteré, pero mi corazón latió más rápido de lo normal. Él no dijo nada.

—Esto de colarte en mi habitación a altas horas de la noche se está haciendo costumbre, pensé que ya habíamos hablado de esto. —él solo sonrió por mi comentario.

—Lo sé, pero no puedes culparme, verte dormir es una de mis más grandes aficiones, pero no estoy aquí solo por eso.

—¿Y qué es eso otro por lo que estás aquí?

—No podía dormir y salí a caminar un rato, cuando pasé por tu casa vi a Varek parado frente a la ventana de tu habitación, cuando me vio se fue, así que vine para ver si estabas bien, sabes que no confío en él.

Cuando escuché el nombre de Varek sentí una corriente helada por todo mi cuerpo, fue extraño y molesto, pero decidí ignorarlo.

—También sé que es capaz de hacer cualquier estupidez, pero estoy bien. —intenté tranquilizarlo.

—Lo sé, pero quería estar seguro de que todo estuviera en orden por aquí.

Cuando dijo esto caminó hacia mi cama y tomó asiento en la orilla, lucía bastante preocupado, se había quedado viendo a un lugar fijamente, como si estuviera perdido en sus propios pensamientos. Me acerqué a él, quedando frente suyo, lo miraba con fijeza, recordando lo que había visto en ese sueño, a él de pequeño, con esas alas, a mí a su lado; cuando saltamos de aquel árbol y me cubrió con sus alas, llevándome con él a las alturas, ahí lo vi cómo es él ahora, no me explicaba por qué lo había visto de esa forma, ¿sería muy descabellado pensar lo que ahora pensaba?, no sabía qué pasaba en mi cabeza que estaba pensando en tal cosa, sería algo totalmente absurdo.
Me senté a su lado, al sentir mi presencia elevó su rostro y sus ojos marrones se encontraron con los míos.

Uzellb & Lubriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora