XX

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El presagio del oráculo y el Amintor.

—Aquellos que le pondrán fin a nuestro temor, teniendo como misión darnos nuestra libertad...

Lubriel en sus manos sostenía los pergaminos que relataban la profecía de los hermanos mellizos Diangelus, acababa de leer lo que decían, sabiendo a exactitud de qué se trata tal profecía. Ella permanecía en aquel lugar en el que años atrás Fydeel se encontraba junto a Vladlén, escuchando al líder Diangelus recitar esas palabras, esos pergaminos que Lubriel había leído. Ella dejó de ver los papeles y lo miró a él.

—Así es, Lubriel. Esa es la profecía de los mellizos, nacidos del primogénito de Satanás y del arcángel mensajero, como verás, profesa una revelación de nuestra raza, el inicio de una guerra contra los ángeles y también contra los demonios.

—Pensé que solamente lucharíamos contra los ángeles, contra la estirpe de Dios al lado de Satanás. —comentó Lubriel, mostrándose un poco confundida.

—Eso no es parte de la profecía. Tanto ángeles como demonios nos discriminan, nos humillan, nos matan. ¿Por qué deberíamos luchar junto a ellos si nos rechazan?, al nacer nos dejan a la deriva, en un mundo donde no encajamos, ¿y qué sucede después?, nos buscan para asesinarnos, para acabar con esta raza a la que solo pueden reconocer como error, como una plaga.

—Sé que no somos bien vistos por las otras dos razas, sin embargo, más allá de ser una rebelión, podemos unirnos a la estirpe de Satanás.

—¿Qué insinúas?, ¿qué dependamos de ellos?, luchar junto a ellos sería entregarnos deliberadamente para que hagan con nosotros lo que les plazca. —escuchar las palabras de Lubriel a Vladlén muy poco le habían gustado, su rostro lo expresó abiertamente— La profecía no habla de una unión, mucho menos habla de una alianza, habla de una guerra, una donde las tres razas se verán implicadas por un lugar en este zarrapastroso mundo, nosotros debemos salir, debemos acabar con esa raza inferior, es el castigo que nuestros padres vertieron en nosotros, es el castigo que mi padre me heredó.

—Uzellb cambió el rumbo de esa profecía. —Lubriel dejó de tomar los pergaminos y los colocó sobre uno de los estantes, para luego acercarse al líder Diangelus— Él no está aquí, él no vino conmigo, eso cambia las cosas, esa profecía ya no tiene ningún tipo de validez.

—No era de esta forma como todo debía suceder. Las cosas no pueden cambiar, no pueden simplemente alterarse. —expresó Vladlén, con pesar.

—Lo han hecho, las cosas cambiaron, se alteraron.

—He esperado mucho tiempo... he esperado miles de años para poder enfrentarme a esos seres, para poder matarlos, he esperado mucho tiempo para encontrar a mi padre, para matarlo con mis propias manos.

A Lubriel le intrigaba saber quiénes eran los progenitores de aquel Diangelus, le intrigó desde que mencionó que su padre le heredó un castigo, ella no era alguien que no indagara, que se quedaba con la duda, Lubriel quería saber y siempre lograba hacerlo.

—¿Quién era tu padre?

Cuando Vladlén escuchó su interrogante no pudo evitar reír con amargura.

—Mi padre... —volvió a reír, recordando cuando supo quiénes eran sus progenitores— Todo Diangelus conserva poderes similares, pero no iguales, cada uno de nosotros tiene poderes únicos, cuando yo descubrí mi primer poder era solo un joven, cambiar mi apariencia real a esta que tengo ahora, eso me otorgó la absoluta libertad de salir a las calles, de al menos sentirme libre, pero, de pronto, los poderes afloraron sin control, con una inaudita rapidez, luego me di cuenta que los humanos despertaban en mí cierta sed, la sangre de cada uno, siendo más específico. Las garras emanaron y esa fue mi invitación a dañar, la primera vez que maté por placer, no solo dejé al humano herido, sino que mis garras impregnadas en su piel succionaron su sangre hasta dejarlo vacío, y fue en ese momento que supe quiénes eran mis padres, él es un arcángel, el que inició con todo, Sandalfón, mi madre es una hija de Lilith, un lilim nacida de ella y de Asmodeo, hasta donde sé su nombre es Aluca, demonio fémina mitad vampiro, un súcubo. —él se movió del lugar en el que estaba y caminó hacia una silla, para tomar asiento, mientras Lubriel no apartaba su vista de él y escuchaba atentamente— Resultó ser que uno de mis poderes es saber lo que quiero de cualquier cosa con solo matar a un humano, soy mitad ángel y demonio, pero también soy un vampiro gracias a mi madre. No sé si están muertos o no, tampoco sé que destino les deparó, pero pretendo encontrarlos, pretendo vengarme, me abandonaron en este mundo, él desapareció al igual que ella, me condenaron por un capricho, por placer.

Uzellb & Lubriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora