XIV

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Crónicas de una guerra.

—Déjame entender. —habló mi hermano— ¿Eres similar a nuestro padre, tanto en poder como en apariencia, y tú, eres su hermano, mitad mortal, mitad demonio nacido de la que ahora sé, es la segunda mujer de Adán?

Ya no estábamos en aquella sala, nos dirigimos a la pequeña biblioteca de nuestro tío, ahora estábamos los cuatro sentados alrededor de una mesa en la que resposaban varios libros, en el centro permanecía el libro de las crónicas, el cual, efectivamente, nuestros tíos podían leer y ver, tal como nosotros lo hacíamos. Mientras más miraba a la mujer que en su mano sostenía una copa con algo rojo que Percius le dio, más me hacía recordar la pintura de ese hombre, tan parecido a nuestro padre en rasgos, ella se parecía a él, tenían el mismo color de cabello, las únicas diferencias era el color de piel y ojos, aquellos ojos aún me causaban extrañeza. Ella, a diferencia del anticristo no nos había dicho su nombre.

—Debo diferir en lo que has dicho, Uzellb. En rasgos soy bastante similar a él, pero no en poderes. —se levantó de su asiento y se paseó por el lugar, mirándonos y tomando de su copa— Los poderes de su padre son más iracundos, despiadados, los míos lo son, pero no con la oscuridad que él los posee. Para que puedan entenderme mejor, Satanás nos creó en tiempos diferentes, a él primero y luego a mí, Amon fue creado con más oscuridad, yo por el contrario fui hecha con la luz que aún vivía en Lucifer. Somos mellizos por la apariencia, pero en realidad, somos distintos. Sin embargo, nadie me recuerda, solo mi padre, Kaynan y ahora Caín.

—¿Por qué no te recuerdan? —me atreví a preguntar.

—La historia detrás de eso es un poco complicada de explicar, pasaron años, muchos para que yo pudiera descifrar mi naturaleza y mi origen, los recuerdos llegaban a mí por fragmentos que tuve que ir armando. En otra vida muy lejana a esta tuve la dicha de buscar pistas a través de ese libro. —su mirada se posó en el libro de las crónicas, casi al mismo tiempo en que le daba un trago a su bebida— Tuve que vivir muchas vidas para descubrir quién soy en realidad, siempre estuve sola, pero ahora encontré a uno de mis tantos hermanos mortales, con el único que he tenido una buena relación. Creo que mi padre borró todo rastro de mí por alguna razón, aunque aún no sé por qué razón lo ha hecho. Aún estoy descifrándolo

Escucharle decir que Satanás había borrado todo rastro de ella me dejó algo pensativa, ¿por qué lo hizo?, ahora me preguntaba lo mismo que ella.

—La conocí hace algunos años, específicamente en una de las reuniones con mi secta. —comentó Caín— Mi misión en este mundo está pausada, no me ha quedado más que recolectar seguidores, para no sentirme como un fracasado.

—Llegó a oídos míos, —volvió a hablar ella— De que un hombre estaba reuniendo seguidores de Satanás con el fin de que nuestro ideal en este mundo prevaleciera, en ese momento supe que se trataba del hijo de Satanás que desafía en todo sentido al hijo mortal de Dios. Así fue como me presenté ante él, como la hija de Lucifer, la princesa del infierno.

—Si solo me lo hubiera dicho habría creído que se burlaba de mi padre, que era una broma, pero me lo demostró. —confesó nuestro tío.

—¿Y qué hay de tu nombre? —cuestionó Uzellb, justo lo que yo tenía en mente preguntar— No lo sabemos, creo que sería justo saber por qué nombre llamarte. Decirte tía sería extraño.

—Y no tienen por qué decirme así, basta y sobra con saber que lo soy. Mi nombre impuesto es Aoine, pero llámenme Samaín, mi verdadero nombre.

Ese nombre se me hacía conocido, intenté buscar en mi cerebro de donde lo recordaba, me quedé por segundos pensando, tan a profundidad, hasta que obtuve lo que quería, aquí lo conocemos por Halloween, pero Samaín, o mejor conocido como Samhain era la celebración que anualmente celebrábamos, la festividad de origen celta.

Uzellb & Lubriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora