XIX

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La ascensión que no estaba escrita.

NARRADOR OMNISCIENTE.

La calma antes de la tormenta había terminado. Ahora solo era tormenta, y una que había arrasado con violencia, Adán, los dos serafines que le quedaban como aliados y el ángel de la muerte Azrael estaban ahí, parados frente a los demás mirándolos con fijeza sin poder ocultar el descontento y la molestia que sentían por haber perdido a dos hermanos, a dos de sus mejores guerreros. Adán no podía procesar el hecho de que dos Diangelus apenas experimentados pudieran matarlos tan fácilmente, aunque claro, para hacerlo necesitaron ayuda, sin embargo, un Diangelus cualquiera no hubiera sido capaz de hacer eso ni con la ayuda misma, pues, no logran ser tan poderosos, pero, Uzellb y Lubriel eran diferentes, ellos eran más poderosos que todos sus iguales, que todos los Diangelus. Solo bastaron días para que algunos de sus poderes afloraran, y para que supieran cómo manejarse estando en su verdadera forma, era algo que a Adán lo ponía en un conflicto consigo mismo, por una parte, quería matarlos, acabar con ellos para hacer sufrir a su mayor némesis Amon, pero, por otra parte, todo ese poder que ambos poseían lo ansiaba, le sería útil para aquello que estaba planeando a espaldas de Dios. Su padre lo había perdonado poco tiempo después del juicio final, le devolvió sus alas, su espada y sus privilegios como un príncipe allá arriba, pues, Adán se mostró arrepentido y Dios creyó en sus palabras, no obstante, Adán solo fingió estarlo para volver a ser como antes, en realidad, el ángel no había cambiado y jamás cambiaría. Quería poder, quería reinar, estaba siguiendo los pasos e imitando al ser que más detesta y odia en este mundo, a Amon. Por eso es que son tan iguales y por eso es que su rivalidad es más grande, en creces que la que tiene Satanás y Dios.

Adán avanzó unos cuántos pasos, y comenzó a pasearse por aquel salón, mirando las sillas, la mesa, la comida tirada en el suelo y a la servidumbre inhumana que no reaccionaba. Ver todo eso le hizo sonreír, una sonrisa llena de cinismo y placer.

—Es increíble como los humanos se empeñan en crear vida, aunque sea artificial, ¿no lo creen? —comentó Adán, mirando a los androides— Desean con ansias superar el poder de mi padre, aunque, Lucifer fue el primero en hacerlo, luego los humanos, y luego estoy yo.

—Tú lo único que eres es un maldito psicópata, un ángel que no sabe qué propósito tiene en su vida, porque Dios no te dio uno, ¿o sí?, cada uno de nosotros, cada uno de los que yacen atrás de ti lo tienen, pero ¿y tú?, ¿cuál es tu propósito?, ¿solo engendrar hijos?

—Samaín, cuánto tiempo ha pasado, y veo que ya no eres la misma mujer que conocí, a la que si no estoy equivocado le arrebaté al que creyó era el amor de su vida.

Adán soltó una risilla tras decir esto, y Samaín enfurecida quiso avanzar para atacarlo, pero Caín la detuvo, tomándola de la cintura.

—No es momento para impulsos, debemos ser racionales. —le dijo Caín y Adán lo miró cuando escuchó su voz.

—Caín. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestro último encuentro?, después de dejarme sin mi verdadero hijo solo huiste, te fuiste. Aun me pregunto como un hijo de Satanás puede ser tan cobarde de huir y no afrontar sus consecuencias, al menos en esas circunstancias Amon tiene más valor.

—No pronuncies su nombre malnacido, oírte decir el nombre de mi hermano me produce asco. —Caín dijo esto con rudeza— Tú eres un asco. —esas palabras salieron toscas y seguida de ellas escupió al suelo, para luego verlo a él, sin quitarle la mirada de encima.

—¿Así le hablas al hombre que te crio por años?, ¿al que te cuidó aun sabiendo que no eras hijo mío y que Eva me había traicionado con ese infame ángel caído? —él solo sonrió— Además, ¿por qué te molesta tanto que ultraje a tu hermano?, si a él jamás le has importado, él jamás te vio como hermano, solo eres una piedra de tropiezo, un hijo mortal mitad demonio que le repugna.

Uzellb & Lubriel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora