Los mil años, 3,025.
El mundo había cambiado. La nueva civilización empezó, convirtiéndose en otra oportunidad no solo para Satanás y los suyos, sino para la tercera raza y la raza creada por el hombre. Un reseteo, el inicio de un bucle que debía llegar a su final.
El castigo llegó a su fin, Satanás fue liberado, los demonios fueron liberados, así como los ángeles caídos en el inframundo que estaban siendo castigados: Miguel y Shamsiel. Eran libres ahora. Todo había vuelto a la normalidad, podían salir de las profundidades para corromper, para desatar el caos, la lujuria, la discordia, la ira, la vanidad, la gula, la avaricia. Podrían llevar almas directo a los círculos del infierno.
Era el momento en que debían prepararse para reclamar la corrección.
Pero, para Amon el tiempo se agotaba. Satanás lo reclamó en su reino al momento en que fue liberado y que las bestias ascendieron hacia el cielo, sin esperar a que su hijo le pidiera el perdón. Amon estaba muriendo, por más cruel que el rey de las tinieblas sea y haya sido con él, no podía permitir que la vida de su hijo llegara a su fin de esa manera. Satanás estaba en las profundidades, junto al cuerpo de Amon, un cuerpo deteriorado, cadavérico, que se consumía, había perdido musculatura, había perdido el color de su piel, estaba pálido, sus cabellos se caían, y su piel parecía quemarse, con el paso de los años la quemadura del arma del serafín que portó para decapitarlo lo estaba matando. Satanás sabía que ya no tenía mucho tiempo, debía hacer lo que planeaba, no podía dejar a su primogénito sin vida.
El cuerpo de Amon yacía dentro de una cápsula de cristal negro, sedado. Su padre lo había colocado en el mismo lugar donde estaba la parte faltante de su hermana, aquella mujer demonio dentro de una cápsula de cristal blanco, el demonio de luz, de piel blanca, de alas blancas, de cabellos negros largos con mechones rubios, de figura voluptuosa, aquella que era su segunda hija. De la que nadie, excepto él, Kaynan, Caín y ahora los mellizos sabían. Satanás esperaba el momento en que pudiera sacar a su hija de ese lugar, el momento en que sus partes se unificaran y fuera una sola, que fuera aquella mujer demonio que siempre luchó junto a él y junto a Amon en las guerras. Satanás esperaba el momento en que sus hijos se encontraran como debía ser, como demonios que juntos son el equilibrio. Pero ahora solo importaba una cosa, devolverle la vitalidad al demonio de la ira. Satanás estaba en su verdadera forma, aquella bestial e imponente, con sus enormes alas, con sus cuernos, con sus garras y sus colmillos, miraba la cápsula de Amon fijamente, él ansiaba escuchar a Amon pedirle perdón por su desobediencia, Satanás no quería que fuese como Adán, pero al final lo fue. Él elevó uno de sus brazos, y su garra apuntó a la cápsula, esta se abrió con solo manipularla con su mente.
El cuerpo de Amon salió levitando, dirigiéndose hacia su padre, poco a poco se colocó frente a él, cuando estuvo a una distancia prudencial, Satanás tomó las garras de su hijo con las suyas, las sostuvo con fuerza, una masa negra emanó de los brazos del rey del infierno, masa que poco a poco se transformó en finos hilos que se condujeron a los brazos de Amon.
—Hoy, hijo mío, te entrego la parte que te faltaba, la que te devolverá la energía y la vida que has perdido desde que te desterré.
Esos finos hilos, como ramas secas, se enrollaron en los brazos de Amon, hasta expandirse por todo su cuerpo y rodearlo, lo que Satanás le estaba brindando a su hijo era la parte que él le quitó cuando lo desterró, aquella parte que a Amon hacía imparable, insaciable e invencible en muchos aspectos, con ese poder, con esa fuerza lo igualaba en poder, con ese poder en su interior Amon sería tan poderoso como Satanás y superaría a Adán.
—Te devuelvo lo que te pertenece, aquel poder con el que fuiste creado, pero que descubriste mientras crecías.
La masa se movía alrededor de Amon como espinas espesas danzantes, Satán dejó de tomar sus manos observando como aquello, como finas agujas se incrustaba en la piel del demonio, vertiendo ese líquido tan semejante al petróleo lo que lo hacía recuperar su figura original. Sus músculos se ensancharon, su cuerpo tomó forma, cada parte del demonio volvía, aunque no a su estado natural, era el doble de poderoso que antes, su cuerpo era más fuerte, su altura aumentó, sobrepasando los tres metros, igualando a su padre. Sus cabellos volvieron a regenerarse saliendo de su cabeza poco a poco, tiñéndose de blanco y sus puntas de un negro tan intenso como el color de su apagado corazón, crecieron hasta su cintura, siendo más largos que antes, sus cuernos quebrados volvieron a crecer, puntudos y torcidos, sus garras se agrandaron, se volvieron más gruesas y más negras de lo que eran, su piel se regeneró, pero dejó de ser gris oscura, se volvió pálida. Ahora era un demonio colosal y hermoso.
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Uzellb & Lubriel ©
خارق للطبيعةTodo ha cambiado. El juicio final se ha ejecutado. Desde ese día el mundo se volvió mejor, pero los impíos siguen habitando las Tierras que Dios ha creado, ellos no se fueron, solo se ocultaron. Viven con la esperanza de ser liberados, de ser visibi...