Hasta que la muerte los separe.
NARRADOR OMNISCIENTE.
24 de diciembre, 2040.—Por fin has aceptado hablar conmigo después de tantos intentos, ¿por qué te ocultabas, Gabriel?, ¿me temes?
La voz de quién dijo aquello sonaba gruesa, bastante masculina y un tanto desagradable. Se encontraban en un ático, estaba oscuro y quien hablaba no se dejaba ver, al menos no del todo, la luz de la luna se proyectaba en el lugar dando un sutil avistamiento de sus cabellos rubios, parte de su rostro, su ojo azul y una parte de sus labios, así como se dejaba ver los ropajes blancos que llevaba, y lo resplandeciente que eran sus alas blancas y negras.
—Temerte jamás. Estaba preparándome.
—¿Preparándote?, ¿para qué?
—Para sea lo que sea que estés planeando, Adán. No puedo leer tu mente ya que no me lo permites, pero puedo oler tus intenciones.
—Eres inteligente, eso no me sorprende, pero lo que sí lo hace es que te dejes manejar por ellos, que hayas caído tan bajo para quedarte con la peor aberración que pueda haber.
—Estoy consciente que eso será un problema para ti y más que todo para Dios.
—Es bueno que lo sepas. —cuando dijo eso sonrió, luego dejó escapar una risa plagada de cinismo— Asumo que intuyes cuáles serán las consecuencias de tus actos. Dios no perdonará esta osadía, yo mucho menos, pero quizás esté abierto a un trato.
—Solo quiero que los dejes en paz. Haz lo que quieras conmigo.
—Eres valiosa, Gabriel, pero no tanto como el demonio y los pequeños que viven bajo tu techo. Debes seguir el plan, sabes bien que Amon solo me es útil para una cosa. Pero esos niños... —sus ojos proyectaron un extraño destello blanco— Tienen potencial, sabes por qué lo digo. —él se aproximó a ella— Si tanto deseas que me olvide de ellos, ya sabes qué hacer. Ve a darle las buenas noches a tus hijos, despídete de tu esposo. Luego te indicaré.
Tras pronunciar esas palabras desapareció dejando un rastro de humo blanco. Gabriel se sentía impotente, no creyó que Adán vendría tan pronto, pensó que tendría más tiempo para estar con sus hijos, pero tal parecía aquel tiempo estaba a punto de llegar a su final. Bajó del ático y se dirigió a la habitación de los mellizos, Amon estaba ahí con ellos, colocando la sábana sobre ellos con cuidado.
—Mami. —dijo Lubriel— ¿Cuento antes de dormir?
—¡Sí!, ¡cuento, cuento! —exclamó Uzellb.
Gabriel sonrió y se acercó a los niños para acariciar sus cabezas, luego se sentó en la orilla de la cama, para empezar a hablar.
—El príncipe infernal y el hermoso arcángel vivieron por muchos años, tal como en un cuento de hadas. Tuvieron dos hermosos hijos, mellizos, como ustedes, unos bebés capaces de opacar toda belleza humana, bebés que luego se convertirían en niños bastante listos para su edad.
Amon le miró y tomó su mano con la suya para luego sonreír, ella le miró de vuelta y apretó su mano con un poco de fuerza, sintiendo que su toque le reconfortaba.
—Pero no todo tiene un final feliz, el hermoso arcángel tenía que separase de su amado príncipe y sus amados hijos. Corrían peligro, ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por ellos, incluso dar su propia vida. El príncipe celestial la reclamaba, pidiendo que muriera para pagar por el error que había cometido, ella se entregó al príncipe, asegurando que su familia estuviera bien.
—¿Murió mami? —preguntó Uzellb.
—Así es cariño.
Cuando Amon escuchó sus palabras frunció su ceño. Supo por qué dijo eso, había percibido la presencia de Adán, él sabía cuáles eran sus planes, Amon se había vuelto poderoso, tanto que sus poderes ahora eran similares. Había conseguido obtener su verdadera forma en ese cuerpo humano, sus habilidades habían salido a la luz, estaba casi completo.

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Uzellb & Lubriel ©
ParanormalneTodo ha cambiado. El juicio final se ha ejecutado. Desde ese día el mundo se volvió mejor, pero los impíos siguen habitando las Tierras que Dios ha creado, ellos no se fueron, solo se ocultaron. Viven con la esperanza de ser liberados, de ser visibi...