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Abril 17, 2021 Imola, Italia.
—¡Una ronda más!— gritó James a lo que yo negué.
—Es tarde— mencionó Toto.
—Qué aburridos— dijo este bufando.
—Por si no lo recuerdas, tenemos la carrera en menos de una hora— pronunció Toto.
—Y mientras los jefes están en una partida, los empleados están matándose entre ellos en boxes—pronuncié observando mis uñas.
—No nos quieras hacer sentir mal— pronunció Toto con advertencia.
—Es deprimente— dije haciendo una mueca mientras me colocaba de pie y tomé mi bolso —Bueno, señores— dije suspirando —Es hora que me vaya— sonreí.
—¿A dónde vas?— preguntó James.
—Desde que tiene a su amiga en el paddock, ahora parece que soy su segunda opción— mencionó Toto con un poco de molestia que claramente estaba disfrazada con humor.
—Jamás serás mi segunda opción— dije acercándome a él. Me coloqué detrás de él y tomé su rostro para acercarlo al mío mientras me acercaba a sus labios —Nos vemos pronto, te amo— dije tomando posesión de sus labios por unos segundos.
—Ten cuidado— dijo este cuando me alejé de su rostro y llevaba mi mano para acariciar su cabello.
—Lo tendré— dije sonriendo. Volteé a ver a James y le sonreí con amabilidad —Nos vemos— me despedí y caminé hacia la salida de la oficina de Wolff.
Luego de unos paseos un poco pasados de copas por Italia, un encuentro con mi familia junto a Dolce & Gabanna y la familia Farrell, o mejor dicho, el matrimonio ya que su único hijo se encontraba trabajando en la aviación y casi no visitaba a su familia.
Además, paseamos un rato por algunas ciudades cerca del circuito junto a Wolff. Los ratos en donde él se encontraba en reunión o en asuntos de su trabajo, yo salía con Adeline y sus mejores amigos Damien y Mysie.
Los tres vivían en Italia, pero estaban por mudarse definitivamente a Mónaco, o es lo que le habían pedido más que todo a Adeline debido a que era la supuesta novia de Leclerc.
—¿Te vas?— preguntó Bottas mientras bebía el energizante.
—Si— dije terminando de bajar los escalones —Los veo luego— sonreí —Suerte, Bottiñas— dije besando su mejilla y avancé hacia la salida.
—¡Gracias, boss!— gritó a lo que yo reí.
Estuve por llamar a Adeline para decirle que ya me había desocupado, pero una llamada entrante me dejó confundida a lo que fruncí el ceño mientras detenía el paso y respondí llena de asombro.
—¡Guapa!— escuché que gritó emocionada.
—¡Pero qué sorpresa es está?— pregunté riendo a lo bajo mientras comenzaba a caminar.
