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Agosto 16, 2020 España
—¿Quieres café?— preguntó Horner y yo negué.
—No—
—Aún no entiendo por qué no te gusta el café a buena mañana— dijo con diversión.
—Simplemente no me gusta caliente— le hice saber.
—Pediré hielo entonces— sonrió.
—No. Así estoy bien— alcé mi jugo —Tengo esto—
—Bueno, entonces qué esperamos. ¡A comer!— exclamó.
Inicié mi mañana yendo al gimnasio del hotel para despejar mi mente un poco y sobretodo para hacer el ejercicio diario. Quería ir a un sitio a hacer pilates, pero lastimosamente no había uno tan cerca. Bueno, la realidad era que no había buscado bien debido a que Horner llegó a la habitación para bajar a desayunar.
Había pasado ya más de un mes que fue la última vez que había visto a Wolff gracias a que Horner me había mantenido con él para viajar y conocer según él algunos sitios que tampoco conocía con el pretexto de querer tener momentos de padre e hija en distintos destinos.
Cuando se llevaron a cabo las dos carreras en Silverstone y una de ellas fue la celebración de los 70 años de la Fórmula 1, me obligó a estar con él en la oficina ya que según él le parecía agradable estar conmigo.
Aún no entendía la puta manía de tenerme con Max a su lado y eso me molestaba ya que él no era su hijo, pero lo trataba como tal y yo ya me estaba hartando de eso.
Al principio pensé que sería de gran ayuda para poder escaparme donde Toto y pasear sola como se suponía que iba a estar según mis planes del año pasado. Pero ha sido todo lo contrario.
No me le he revelado como lo hacía al principio ya que quería pedirle de favor si podía traer a mis amigas a una de las carreras para pasarla juntas y así librarme de él por un largo rato.
Pero si este seguía así, me vería en la obligación de volverle a aclarar las cosas.
Por el momento necesitaba beneficiarme de él.
—Oye... Horner— comencé luego de beber mi jugo de naranja.
—Dime— pronunció con una sonrisa.
¿Y es que ese hombre se creía el gato sonriente o qué?
—Quería saber si... podía traer unas amigas a alguna carrera— pronuncié mientras sonreía con inocencia.
—No lo sé— pronunció y yo fruncí el ceño.
—¿Por qué?— pregunté —Creí que si enviabas una invitación por parte del director del equipo las personas podrían entrar. Eres el director de Red Bull— dije un poco indignada —¿O es que no quieres hacerlo?—
