"Seré el más fuerte", se prometía a sí mismo, casi como un mantra. No porque deseara poder, sino porque necesitaba una razón para seguir. Para Ryomen Sukuna, la humanidad había sido un error que merecía ser destruido. Pero Naruto... Naruto no sabía...
Desde que Naruto había regresado a la aldea después del enfrentamiento en el País de las Olas, no podía dejar de pensar en el poder que había comenzado a sentir dentro de él. Cada vez que cerraba los ojos, veía la rueda de ocho hojas girando en su mente, y podía escuchar los susurros de Sukuna, incitándolo a descubrir más sobre la técnica que había heredado.
Una noche, incapaz de dormir, Naruto decidió que era hora de averiguar la verdad sobre ese poder. Se dirigió a los bosques cercanos a la aldea y, bajo la luz de la luna, se sentó en el suelo, cerrando los ojos para concentrarse.
"Si quieres controlar este poder, debes comenzar con lo más básico," susurró Sukuna en su mente. "Los lobos de jade te están esperando. Pero ten cuidado, no se someterán a un líder débil."
Naruto tragó saliva y comenzó a realizar los sellos de mano, siguiendo el instinto que parecía guiado por la rueda de ocho hojas. Concentró su chakra y lo dirigió hacia el suelo. De repente, de su sombra comenzaron a emerger dos figuras: uno blanco y otro negro, ambas con ojos rojos que brillaban intensamente en la oscuridad.
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Frente a él se materializaron dos lobos: Kon - Lobo de Jade Blanco y Kon - Lobo de Jade Negro. El lobo blanco era delgado y elegante, con su pelaje resplandeciendo como la nieve bajo la luz de la luna. Sus ojos eran afilados y mostraban una inteligencia feroz. El lobo negro, en cambio, era más grande y musculoso, con un pelaje oscuro y espeso que parecía absorber la luz, y sus ojos rojos eran como dos brasas ardientes, llenos de agresividad.
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Los lobos se quedaron quietos por un momento, observando a Naruto con una mirada que parecía evaluarlo.
"¿Así que... ustedes son los primeros?" murmuró Naruto, con un tono nervioso. "Está bien, vamos a llevarnos bien."
Los lobos no respondieron con sumisión. En un instante, el lobo negro saltó hacia Naruto, con las fauces abiertas y las garras listas para atacar.