Capitulo 1.

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Naruto Uzumaki observaba el atardecer desde la cabeza del Cuarto Hokage en el Monte Hokage, su lugar favorito para alejarse del bullicio y las miradas acusadoras de la aldea. El cielo teñido de tonos naranjas y rojos parecía un reflejo de la tormenta interna que había aprendido a calmar, aunque solo temporalmente. Aquí, en lo alto, podía escapar, al menos por un rato, del peso que cargaba: ser el recipiente del Rey de las Maldiciones, Ryomen Sukuna.

Desde que podía recordar, los aldeanos de Konoha lo evitaban, lo observaban con una mezcla de temor y repulsión. Y aunque Hiruzen Sarutobi, el Tercer Hokage y su protector, había intentado que creciera con algo de normalidad, Naruto sabía que no encajaba. Lo sentía en la forma en que le miraban, como si cada paso suyo pudiera desencadenar algo oscuro, algo imparable. La verdad era que lo entendía, aunque no lo aceptara del todo. En su interior habitaba la entidad más temida de todas, y aunque nunca había querido ser un monstruo, a veces se preguntaba si ya lo era.

Acariciando su cabello negro, un rasgo inusual que lo distinguía aún más de los demás Uzumaki ya que era un mestizo.

Acariciando su cabello negro, un rasgo inusual que lo distinguía aún más de los demás Uzumaki ya que era un mestizo

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Se recostó en la piedra fría del monumento. "Seré el más fuerte", se prometía a sí mismo, casi como un mantra. No porque deseara poder, sino porque necesitaba una razón para seguir. Para Ryomen Sukuna, la humanidad había sido un error que merecía ser destruido. Pero Naruto... Naruto no sabía si estaba de acuerdo.

"No es que ame esta aldea", murmuró mientras observaba el ocaso, "pero sería aburrido vivir sin un propósito. Quizá no deba ser como Sukuna. Tal vez... necesito algo diferente". Sus pensamientos vagaban como siempre, entre lo que debía hacer y lo que deseaba. Pero hoy, algo le llamaba desde dentro.

Cerró los ojos y dejó que el sueño lo atrapara, esperando regresar a ese espacio mental, donde siempre podía confrontar su propia oscuridad.

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En cuanto el sueño lo consumió, Naruto se encontró nuevamente en ese campo de oscuridad familiar. El suelo bajo sus pies era una masa negra, espesa, como alquitrán. Aquí no existía ni tiempo ni espacio, solo la inmensa presencia del Rey de las Maldiciones.

"Volviste", una voz retumbó desde la oscuridad, grave y antigua, como si proviniera de los confines del tiempo. Sukuna, siempre vigilante, siempre presente.

Naruto, en lugar de sentirse intimidado, respiró hondo. Había estado aquí muchas veces antes. Sabía que esta confrontación era inevitable, y aunque no podía controlarlo del todo, había aprendido a soportarlo. El peso de la maldición, de los poderes que fluían a través de su cuerpo, era algo que debía dominar, no evitar.

"¿Qué quieres ahora?" preguntó Naruto, su voz firme pero cansada. Sabía que cada vez que entraba en este espacio, había una razón. Sukuna no era una presencia ociosa, siempre maquinaba algo.

La silueta de Sukuna emergió lentamente, enorme y oscura, con sus cuatro brazos cruzados y sus ojos múltiples fijos en él. "Eres débil, niño", gruñó Sukuna. "Cada vez que vienes aquí, te veo más temeroso, más perdido. Crees que puedes ignorar lo que eres, pero el destino siempre te alcanzará."

Naruto lo miró con desdén. Había escuchado esas palabras antes. "No soy como tú. No destruiré todo por simple odio".

Sukuna soltó una carcajada que resonó en el vacío. "¿No lo harás? Ya veremos. Este mundo, lleno de débiles que te desprecian, te empujará hasta que no te quede más opción. Entonces, y solo entonces, entenderás lo que significa el poder verdadero".

Naruto cerró los ojos y respiró profundamente. Cada vez que estaba aquí, en esta oscuridad, la rueda de ocho hojas que flotaba sobre su cabeza comenzaba a girar. Era un símbolo del jutsu de sellado que lo conectaba con Sukuna, pero también era más que eso. Había notado que cuando luchaba o se concentraba, la rueda le daba una extraña claridad, como si su mente pudiera comprender los movimientos y pensamientos de sus oponentes con una precisión inquietante.

"No me convertiré en ti", susurró Naruto, casi para sí mismo, mientras la rueda comenzaba a girar lentamente sobre su cabeza. Sukuna permaneció en silencio por un momento, observando con esos múltiples ojos que parecían perforar el alma misma.

"Eso es lo que dijeron todos los que cayeron ante mí", dijo finalmente Sukuna. "Pero tú... tal vez seas diferente. O tal vez simplemente seas mi próximo receptáculo para gobernar este mundo, tal como lo hice antes."

Naruto abrió los ojos, sintiendo el peso de esas palabras. Sabía que no podía confiar en Sukuna, pero también sabía que no podía huir de lo que era. El destino, el poder que llevaba en su interior, era algo que debía confrontar tarde o temprano. Y aunque no lo admitiría en voz alta, parte de él sentía la atracción de ese poder, la posibilidad de dominarlo.

"Voy a encontrar mi propio camino", dijo Naruto, firme, mientras comenzaba a alejarse de la presencia oscura de Sukuna. "Y no será como tú, Ryomen Sukuna. Seré el más fuerte, pero a mi manera."

Mientras Naruto se alejaba, la risa de Sukuna resonó en la oscuridad, burlona y cargada de malicia. Pero esta vez, Naruto no se detuvo. Porque sabía que la verdadera batalla apenas comenzaba, y no solo contra los enemigos externos, sino contra la maldición que llevaba en su interior.

Naruto: El Shinobi MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora