Peter era un héroe que no le tenía miedo a nada ni a nadie, pero....había un problema, y si,si tenía miedo, miedo de invitar a salir a una chica y ser rechazado cruelmente.
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Los días siguientes al funeral de Ben fueron un torbellino emocional para Peter. La tristeza lo envolvía en cada rincón de su vida, y las sombras de la culpa y la pérdida se hicieron más pesadas. Cada vez que intentaba concentrarse en la escuela o en sus amigos, su mente regresaba al momento en que recibió la noticia. Sentía que el peso del mundo estaba sobre sus hombros, y aunque sabía que debía seguir adelante, le costaba cada vez más.
Amélie, por otro lado, observaba desde la distancia, preocupada por Peter. Lo conocía lo suficientemente bien como para darse cuenta de que no estaba bien, que cada rayo de luz que alguna vez brilló en su rostro se había desvanecido. No podía soportar la idea de que él estuviera sufriendo solo, así que decidió que era hora de actuar.
Un día, después de clases, Amélie se acercó a él. Tenía una expresión seria en su rostro, pero sus ojos reflejaban una determinación profunda.
—Peter —comenzó, su voz suave pero firme—, he estado pensando en lo que ha pasado. Sé que esto es difícil, y no quiero que sientas que tienes que hacerlo solo.
Él la miró, sorprendido. —Amélie, yo... No quiero que te preocupes por mí. No debería ser una carga para ti.
—No estás siendo una carga. Eres mi novio, y quiero estar aquí para ti —respondió ella, acercándose más—. De hecho, quiero dejar todo lo que tengo que hacer. No quiero asistir a las reuniones del baile de graduación, ni a las actividades que tenía planeadas. Quiero pasar el tiempo contigo, apoyarte y ayudarte a sanar.
Peter sintió una punzada de emoción en su pecho. La generosidad de Amélie lo conmovió, y aunque una parte de él quería rechazar su oferta, sabía que era imposible. Su corazón anhelaba la compañía de alguien que realmente se preocupaba por él, y Amélie era esa persona.
—Amélie, no tienes que hacer eso. Hay otras cosas que puedes hacer... —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió.
—Sí, pero no quiero. Quiero estar contigo. No me importa el baile de graduación o las responsabilidades que tenga. Tu bienestar es lo más importante ahora. Así que, ¿qué te parece si simplemente pasamos tiempo juntos? No quiero que te sientas solo.
Peter la miró a los ojos, y en ese momento, sintió que todo su dolor y sufrimiento se atenuaban un poco. La calidez de su amor lo envolvió, y supo que tener a Amélie a su lado era exactamente lo que necesitaba.
—De acuerdo —respondió finalmente, con una pequeña sonrisa—. Me gustaría eso.
Amélie sonrió de vuelta, y el brillo en sus ojos hizo que el corazón de Peter se llenara de esperanza, aunque fuera por un instante.
En los días que siguieron, Amélie estuvo presente en cada momento. Le llevaba café a la mañana, se sentaba a su lado mientras estudiaba o simplemente lo escuchaba cuando necesitaba desahogarse. Cada día era un poco más fácil con su apoyo. Iban al parque a caminar, y en cada paseo, Peter se sentía más ligero.
