Peter era un héroe que no le tenía miedo a nada ni a nadie, pero....había un problema, y si,si tenía miedo, miedo de invitar a salir a una chica y ser rechazado cruelmente.
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Peter estaba sentado en su escritorio, sumido en un mar de libros y notas desordenadas. La luz de la lámpara iluminaba su rostro, resaltando la concentración en sus ojos mientras intentaba absorber la información para el examen de la próxima semana. Sin embargo, su mente divagaba, pensando en Amélie y en lo que harían el fin de semana.
De repente, un ruido del baño lo sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió y, para su sorpresa, Amélie salió de la ducha, envuelta en una toalla que apenas cubría su figura. Sus cabellos húmedos caían sobre sus hombros, y su piel brillaba con la luz suave de la habitación. Ella parecía despreocupada, pero sabía exactamente lo que hacía.
Amélie se dio la vuelta, dándole la espalda a Peter mientras comenzaba a vestirse. Se movió lentamente, como si estuviera bailando para él, asegurándose de que su figura se dibujara en su mente. Peter sintió que su corazón se aceleraba, atrapado entre la admiración y la tentación.
—¿Sabías que estudiar puede ser mucho más divertido? —dijo ella, con un tono juguetón en su voz, sin girarse.
Peter tragó saliva, intentando mantener su enfoque en los libros, pero sus ojos no podían evitar desviarse hacia ella.
—Amélie, esto no es justo… —respondió, intentando sonar serio, aunque su voz traicionó una nota de diversión.
Ella soltó una risita suave, disfrutando de la reacción de Peter. Con un movimiento deliberado, se giró para mirarlo, la toalla aún envuelta alrededor de su cuerpo, pero claramente consciente de su efecto en él.
—¿Qué? No puedo dejar que te aburras mientras estudias —dijo, acercándose a él con una sonrisa coqueta.
Peter no pudo evitar sonreír también, sintiéndose un poco atrapado en su propia habitación.
—Estaba concentrado… hasta que me interrumpiste —protestó, aunque su tono era ligero.
—¿Interrumpir? Ojalá pudiera interrumpir más a menudo. —dijo Amélie, dando un paso hacia él. Su mirada tenía un brillo travieso que hacía que la habitación se sintiera más pequeña.
Con un movimiento audaz, se inclinó y dejó caer la toalla, revelando su piel desnuda por un instante. Peter sintió que su rostro se encendía, y rápidamente se giró para evitar mirarla demasiado.
—¡Amélie! —exclamó, riendo nerviosamente y sintiendo cómo la vergüenza y la emoción se mezclaban en su pecho.
—Solo quería ver si todavía estabas despierto —respondió ella, disfrutando del momento, y se dirigió a su armario, vistiéndose lentamente, dejando a Peter completamente hipnotizado.
Él trató de retomar sus estudios, pero su mente no podía dejar de pensar en la imagen de Amélie. Las distracciones eran inevitables, y a medida que ella se vestía, Peter no podía evitar preguntarse cómo sería pasar más tiempo con ella, no solo en su habitación, sino en todo tipo de situaciones emocionantes.
