Peter era un héroe que no le tenía miedo a nada ni a nadie, pero....había un problema, y si,si tenía miedo, miedo de invitar a salir a una chica y ser rechazado cruelmente.
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Era una soleada tarde en el apartamento de Peter y Amélie. Peter estaba en el suelo de la sala, rodeado de juguetes de colores, mientras Benjamin se retorcía felizmente sobre una manta, haciendo sonidos de risa que llenaban el ambiente de alegría. Peter hacía caras graciosas y movía los brazos de un lado a otro, provocando que su hijo se riera a carcajadas, un sonido que derretía su corazón.
─¡Mira, Benjamin! ─dijo Peter, haciendo un gesto exagerado con su cara─. ¡Soy un monstruo de dos cabezas!
El pequeño lo miró con ojos grandes y brillantes, riéndose aún más. Peter se sentía en su elemento, disfrutando de esos momentos simples que le llenaban de felicidad.
Sin embargo, de repente, la risa de Benjamin se convirtió en llanto. Peter se congeló, sin saber qué había salido mal. Se inclinó hacia adelante, su expresión cambiando rápidamente de diversión a preocupación.
─¿Qué pasó, pequeño? ─preguntó, tratando de calmarlo, mientras lo levantaba suavemente y lo acomodaba en su regazo─. ¿Tienes hambre?
Peter miró a su alrededor, buscando cualquier indicio de lo que podría estar molestando a su hijo. Pero era evidente que Benjamin había sido alimentado recientemente, ya que Amélie había estado en esa tarea justo antes de que Peter comenzara a jugar con él.
─Amélie, ¿puedes venir un segundo? ─llamó, sintiendo que su corazón se aceleraba al escuchar los sollozos de su hijo.
Amélie apareció en el umbral de la puerta, secándose las manos en una toalla. Al ver a Benjamin llorando, rápidamente se acercó.
─¿Qué ocurre? ─preguntó con una mezcla de preocupación y cariño, inclinándose para acariciar la cabeza de su bebé.
─No lo sé... ─respondió Peter, sintiéndose un poco frustrado─. Estaba tan feliz hace un momento, y de repente empezó a llorar.
Amélie tomó a Benjamin en sus brazos, lo acunó y lo miró a los ojos. Con un suave movimiento, comenzó a mecerlo de un lado a otro, mientras le hablaba con una voz tranquila.
─A veces llora por cosas que no podemos ver, Peter. Puede que necesite un cambio de pañal o simplemente le duela un poco la pancita.
Benjamin continuaba llorando, pero con el tiempo, el tono de su llanto comenzó a cambiar. Amélie lo llevó hacia el sofá, donde comenzó a cambiarle el pañal con rapidez y habilidad. Peter la observaba, admirado por la forma en que su pareja manejaba cada situación con calma y amor.
─Ahí, ahí, pequeño. ─murmuró Amélie, mientras le cambiaba el pañal, y poco a poco el llanto de Benjamin fue cesando. Finalmente, después de unos minutos, el bebé dejó de llorar por completo, sus ojos brillantes se posaron en su madre.
─¿Ves? A veces solo necesita un poco de atención extra ─dijo Amélie, sonriendo al ver que su hijo se calmaba.
Peter se sintió aliviado al ver la transformación en el rostro de Benjamin, ahora curioso y tranquilo. Se acercó y le acarició la cabeza suavemente.