Peter era un héroe que no le tenía miedo a nada ni a nadie, pero....había un problema, y si,si tenía miedo, miedo de invitar a salir a una chica y ser rechazado cruelmente.
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Era una tarde tranquila, o al menos eso había esperado Amélie. Sin embargo, Benjamin llevaba llorando un buen rato, aferrado a su oso de peluche y repitiendo entre sollozos una palabra que partía el corazón de su madre.
—Papá... papá...
Amélie suspiró, intentando calmarlo, pero parecía que nada funcionaba. Sabía que extrañaba a Peter, y aunque trataba de distraerlo con juguetes o canciones, el pequeño no dejaba de llorar. Finalmente, decidió hacer algo al respecto.
—¿Quieres llamar a papá, Benji? —le preguntó suavemente, secando las lágrimas de su hijo.
Benjamin asintió con la cabeza, aún sollozando, y Amélie tomó su teléfono, buscando el contacto de Peter. No quería molestarlo mientras estaba en medio de una misión, pero sabía que ver a su padre lo calmaría.
Después de unos segundos, la videollamada se conectó, y la imagen de Peter apareció en la pantalla. Estaba en una habitación sencilla, probablemente en un descanso de su misión. A pesar de la distancia, su sonrisa cálida no tardó en aparecer.
—¡Hola! —saludó Peter, con energía, pero rápidamente notó el estado de su hijo—. ¿Qué pasa, Benji? ¿Por qué estás llorando, pequeño?
Benjamin, al ver a su padre en la pantalla, estiró sus manitas hacia el teléfono, como si intentara tocarlo. Aunque sus lágrimas no habían cesado por completo, su expresión mejoró al ver la cara de Peter.
—Papá... papá... —murmuraba el pequeño entre sollozos, su voz quebrada pero llena de alivio.
Amélie le acercó el teléfono para que Benjamin pudiera ver mejor, y Peter se inclinó hacia la cámara, haciendo una mueca graciosa para intentar animarlo.
—¡Mírate, Benji! ¡Qué grande estás! —bromeó Peter, haciendo que el niño riera un poco entre lágrimas—. No llores, campeón, papá volverá muy pronto.
Amélie miró a su hijo, que seguía aferrado al teléfono con fuerza. Su llanto había disminuido, pero no quería separarse de la pantalla. Amélie suspiró, sabiendo lo difícil que era para Benjamin no tener a su padre cerca.
—Lo extraña mucho —dijo Amélie en voz baja, mirando a Peter—. Todo el día ha estado preguntando por ti.
Peter la miró con una mezcla de tristeza y culpa en los ojos. Sabía que la misión era importante, pero no podía evitar sentir que estaba perdiendo momentos importantes con su familia.
—Yo también los extraño —respondió Peter, su voz suave pero cargada de emoción—. Quisiera estar ahí con ustedes ahora mismo.
Benjamin seguía mirando a su padre con ojos grandes y brillantes, como si el simple hecho de verlo lo consolara. Peter sonrió y empezó a hacer pequeñas maromas con su rostro, sacando la lengua y haciendo ruidos divertidos, lo que finalmente hizo que Benjamin se riera de verdad.