Peter era un héroe que no le tenía miedo a nada ni a nadie, pero....había un problema, y si,si tenía miedo, miedo de invitar a salir a una chica y ser rechazado cruelmente.
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Peter estaba en lo alto de un edificio, observando la ciudad mientras hacía su patrullaje nocturno como Spider-Man. Era una noche tranquila, y aunque había algo de movimiento en las calles, no había señales de actividad criminal inusual. Sin embargo, su mente vagaba. Pensaba en su familia, en Amélie y en su hijo Benjamin, y en el bebé que estaba en camino. Últimamente, le costaba concentrarse solo en su labor de héroe; su corazón estaba dividido entre sus responsabilidades y su vida familiar.
De repente, el sonido familiar de su teléfono vibrando en su bolsillo rompió la quietud de sus pensamientos. Sin desactivar su máscara, sacó el teléfono, y en la pantalla apareció el nombre de Amélie. Algo en su estómago se apretó al ver la llamada. Ella no solía llamarlo cuando él estaba patrullando a menos que fuera algo importante.
—¿Amélie? —contestó rápidamente, su tono de voz ansioso—. ¿Está todo bien?
Al otro lado de la línea, hubo un breve silencio, y Peter pudo escuchar el sonido tembloroso de su respiración. El corazón de Peter comenzó a latir con más fuerza.
—Peter… —la voz de Amélie sonaba rota, como si estuviera luchando por contener las lágrimas—. Es tía May...
El mundo de Peter se detuvo. Todos los ruidos de la ciudad parecieron desaparecer, reemplazados por un zumbido ensordecedor en sus oídos.
—¿Qué pasó? —preguntó, con el pecho apretado, temiendo la respuesta.
Amélie sollozó al otro lado de la línea, sus palabras saliendo entrecortadas. Peter sintió su cuerpo tensarse.
—Tuvo... un accidente de auto... —dijo con voz temblorosa—. Estaba en camino a casa cuando ocurrió, y… Peter… no sobrevivió. Ella… ella ha muerto.
Las palabras de Amélie cayeron como una losa sobre él. Peter sintió que su estómago se hundía, y por un momento no pudo respirar. El dolor lo atravesó como una descarga eléctrica, paralizándolo. Tía May, la persona que había sido su guía, su apoyo incondicional, su familia... ya no estaba.
—No... —murmuró en un susurro—. No puede ser...
Peter se tambaleó y se dejó caer de rodillas en la azotea del edificio. La ciudad que había estado observando con tanto cuidado hacía solo unos minutos ya no tenía sentido. No podía ser verdad. No podía imaginar un mundo sin su tía, sin su calidez, su sabiduría, sin sus constantes palabras de aliento que lo ayudaron a superar los momentos más difíciles.
—Peter, lo siento tanto… —dijo Amélie, tratando de mantener la calma, aunque su propio dolor se reflejaba en su voz—. Sé cuánto la querías.
Las lágrimas comenzaron a llenar los ojos de Peter, nublando su visión detrás de la máscara. Quería gritar, pero el dolor era tan profundo que las palabras no salían. Se llevó una mano a la cara, pero la máscara era una barrera que le impedía tocarse los ojos, como si incluso su propia identidad de Spider-Man lo estuviera separando de su dolor humano.