Capítulo 23

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Liam

La princesa estaba inclinada sobre la camilla en la habitación de Frank, con ese aire tan persistente que siempre tenía, mientras terminaba de limpiar las heridas en el rostro de Piero con un algodón. Aunque el tipo parecía querer rechazar su ayuda, cada vez que se quejaba o hacía una mueca de dolor, no le quedaba otra opción que dejar que Ariadne se encargará de curarlo.

En un rincón de la habitación, Frank seguía con su sermón sobre la importancia de la salud y lo peligroso de las peleas sin supervisión. Liam apenas le prestaba atención, y si era sincero, dudaba que alguien más lo hiciera. Sus ojos se deslizaban por la escena mientras Frank insistía en revisar a Nick una vez más. Claro, Nick se negó rotundamente, lo cual solo debía añadir más frustración a la paciencia del pobre enfermero.

Apoyados contra una pared, los gemelos Jin y Veronica Scarley observaban a Piero con una diversión apenas disimulada en sus semblantes. Era evidente que Jin había sido el responsable del lamentable estado en el que se encontraba el chico. Liam, tras soltar un suspiro y cruzarse de brazos, se dirigió a los gemelos con ese tono despreocupado pero afilado que le era tan natural.

-¿No piensan disculparse? -preguntó con calma.

Jin se giró hacia él, con una sonrisa burlona pegada a su rostro, como si el simple hecho de disculparse fuera un chiste interno del que solo él era consciente.

-¿Tú crees? -dijo Jin, su voz grave y distante. Era de esas personas que, incluso cuando te hablaban directamente, hacían que la interacción pareciera impersonal, como si no estuvieras allí en realidad.

Liam apenas tuvo tiempo de responder antes de que la voz de Piero se colara con enojo entre ellos.

-¿Te parece, idiota? -espetó Piero, haciendo el ademán de levantarse, solo para que Ariadne lo sujetara del hombro y lo obligara a quedarse sentado en la camilla. La tensión era palpable, pero Liam se limitó a arquear una ceja, sin perder la calma.

Ariadne lo miró, sus ojos le pidieron, casi suplicaron, que se hiciera cargo de la situación antes de que empeorara. No era común ver a la princesa tan desbordada, pero el caos que habían traído los gemelos lo justificaba. Después de todo, había sido toda una sorpresa cuando Piero había aparecido con el labio partido y sangre brotando de su nariz, sin que Jin o Veronica dieran una explicación razonable.

Édgar había reunido a ese grupo de élite entrenado bajo las órdenes de Elías Darle en el palacio y Liam todavía no sabía si lo había hecho para irritarlo o si había algo más profundo en juego que se le escapaba. Pero, en cualquier caso, no estaba especialmente encantado con todas esas visitas. Y menos con su hermano merodeando tan cerca.

Liam echó un vistazo a los gemelos, con esa chispa de provocación brillando en sus ojos.

-¿Golpear a un adolescente no te parece un poco cobarde? -soltó Liam.

Jin le devolvió la mirada, sin molestarse en ocultar la malicia que tintineaban en sus ojos oscuros.

-No parecía tan cobarde cuando vino hacia nosotros -replicó Jin, con esa tranquilidad glacial que dejaba claro que no sentía remordimiento alguno.

La hermana de Jin, Verónica, apenas había dicho una palabra desde que habían entrado, pero su mirada, fría y aburrida, hablaba por sí sola. A diferencia de su hermano, su frialdad era casi indiferente. Estaba allí porque debía estarlo, pero no porque le importara.

Ariadne, aun de espaldas a ellos mientras revisaba las heridas de Piero, intervino con voz firme.

-Cobarde o no, este tipo de conducta es inadmisible.

Aunque no podía verle el rostro, Liam podía escuchar el enfado subyacente en su tono de voz. Y, por un breve instante, pensó en cómo aquellos asuntos de palacio parecían desbordar a la princesa, alguien que estaba acostumbrada a vivir en una burbuja de autoridad sin poder real.

Jin echó una mirada hacia la espalda de Ariadne, con una mueca de desaprobación asomando en su rostro. Liam dejó escapar un suspiro. Sabía cómo manejar este tipo de situaciones, y si los gemelos creían que podían provocarlo, estaban equivocados.

-Discúlpense -dijo Liam en modo de advertencia. Se cruzó de brazos, observando a los gemelos con la confianza de alguien que estaba dispuesto a llevar las cosas un paso más allá si era necesario.

Había una evidente diferencia de edad entre él y los gemelos, de unos seis años para ser exactos, pero eso no lo preocupaba en absoluto. Jin, con su cuerpo de soldado entrenado, su conducta distante y arrogante, y Verónica, con su aire frío y desconectado, eran como dos piezas de un mismo rompecabezas. Sin embargo, para Liam, esto no era más que una apariencia.

Jin sonrió, haciendo un pequeño gesto con las manos.

-Disculpa, entonces -respondió sin que la diversión abandonara su rostro.

Veronica asintió de manera ligera, como si aquello fuera un trámite sin importancia.

Piero, por su parte, no hizo más que ignorarlos, aunque la tensión en su mandíbula delataba el esfuerzo que estaba haciendo por mantenerse en silencio. Liam apenas esbozó una sonrisa antes de volver a dirigir su atención a los gemelos, pero su entretenimiento fue interrumpido de golpe.

Ariadne, habiendo terminado de limpiar las heridas de Piero, se alejó de la camilla con una calma que solo era superficial. En cuanto alcanzó a Frank, que estaba revisando algunas medicinas en una maleta, le dio unas cuantas indicaciones rápidas, pero su verdadero objetivo estaba claro.

Con una furia que pocas veces se le veía, giró bruscamente hacia Nick. Lo tomó del brazo, y con una mirada llena de severidad, señaló a Liam con un dedo firme.

-Afuera -ordenó, con su voz apenas contenida por la etiqueta, pero cargada de una autoridad inquebrantable.

Liam alzó una ceja. Aquello era, sin duda, una muy mala señal.

Se levantó de mala gana de la silla en donde estaba sentado y echó un último vistazo a Jin quien parecía aún más encantado con la situación.

Definitivamente sería una mañana larguísima.

Salió de la habitación del enfermero dando un portazo y encontró a Ariadne apoyada en una columna de mármol a unos cuantos metros del balcón del pasillo de aquellas habitaciones.

El suelo de madera alfombrado mostraba las pisadas de furia que había hecho la princesa cuando se encaminó fuera de la habitación. Nick algo temeroso se encontraba al lado de ella pasando una de sus manos sobre su cabello. La diferencia de altura que había entre ellos dos y la princesa era divertida pero en aquella ocasión ni la diferencia de altura podía quitarle importancia a lo enojada que se veía Ariadne.

Liam caminó algo perezoso hasta encontrarse frente a ella mientras sentía que en cualquier momento podría ser capaz de quemarles el rostro a él y Nick. Incluso pudo ver sus manos moviéndose ligeramente.

-No sé a quién demonios se le ocurrió esta maravillosa idea.-empezó Ariadne, en un susurro afilado.-Necesito que me expliquen en brevedad: ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son ese par de psicópatas? y no me trago que Lucille haya invitado a Neskin Andrews y su hermana a este palacio justo en estas épocas.

La princesa había escupido todas sus dudas de repente. Su tono estaba lleno de ira contenida, escupiendo las palabras de forma abrupta. Deseaba responder lo que sabía pero, no sabía por dónde empezar, ni él mismo estaba seguro de todo lo que estaba pasando.

SireyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora