El auto se detuvo bruscamente, provocando que Ariadne cayera de los asientos donde estaba recostada. Pudo apoyarse en sus brazos antes de golpearse la cara nuevamente pero, sus piernas no corrieron la misma suerte. Un gemido agudo de dolor escapó de sus labios, provocando una conmoción inmediata entre sus acompañantes. A pesar de su aturdimiento, Ariadne notó cómo la señorita encargada de la limpieza salía rápidamente del auto para ayudarla, seguida un poco más tarde por Frank, quien también se apresuró en su auxilio. Entre los dos la regresaron al asiento mientras intercambiaban unas miradas desconcertadas, que pronto Ariadne entendió no eran a causa de su caída. Algo más los tenía intranquilos.
-¿Qué pasó? .- preguntó Ariadne dirigiéndose a su personal.
-Es lo que vamos a descubrir recién señorita, el joven Liam ha frenado por sorpresa.- le contestó con una voz reconfortante el personal de limpieza. Aún no se sabía su nombre.
Frank parecía enojado, no le iba muy bien con su rostro, le daba un aspecto sombrío.
-¿Te has lastimado?- Esta vez interrumpió Amber.
Ariadne totalmente desconcertada giró la cabeza y asintió. ¿Por qué seguían ellos ahí? ¿Qué hora era? Creía haber dormido lo suficiente como para ya haber llegado al aeropuerto.
-Suban al auto de inmediato.- ordenó Liam que no despegaba su mirada del volante.
-Al menos podrías permitirme revisar a la princesa.- protestó Frank
-Sube.
Frank a regañadientes regresó a su puesto como copiloto y la mujer de limpieza le dedicó una sonrisa antes de retirarse.
Ariadne miró la hora en la pantalla del auto y se alarmó, eran las diez. Por impulso tomó su teléfono y se acercó al asiento de Liam.
-¿Por qué no hemos llegado aún?
Liam tan perspicaz como siempre, se dió cuenta de inmediato que era lo que iba a hacer. Se volteó rápidamente y le arrancó el celular a Ariadne de la mano.
-Nada de celulares, apáguenlos.
Ariadne comenzó a asustarse por su comportamiento. Se giró para ver a sus compañeros de clase y ellos temerosos bajaron sus celulares, sus miradas reflejaban cansancio y temor.
-Aún no los has dejado en su casa.- le recordó.
-Alguien nos está siguiendo.
Después de esas palabras un aire tenso invadió el interior del carro.
-¿Quién?- preguntó Ariadne con la voz entrecortada.- Yo no veo nada alrededor más que árboles ¿Dónde estamos?
-Nos van siguiendo desde nuestra salida del palacio, tome la carretera como atajo hacia el aeropuerto pero, ya es tarde para eso.- contestó Liam con una serenidad desesperante.
Ariadne no entendía a qué se refería, ¿tarde para qué?, no había nada ni nadie cerca de ellos y el aeropuerto estaba abierto toda la noche.
-Devuélveme mi celular.- exigió la princesa cada vez más desesperada y confundida.
Frank iba a abalanzarse encima de Liam cuando se escucharon unos golpes en el pavimento de la carretera que hicieron temblar el carro. Quienes estaban en los últimos asientos de la limusina miraban inquietos por las ventanas y la princesa miró a Liam esperando una respuesta.
-Agáchense y guarden silencio.- susurró el militar con el ceño fruncido.
Ariadne pudo observar que Liam presionó un botón que se encontraba al lado del volante. Desconocía su función pero, dado que estaba manejando la limusina de la familia real, debería tener una función útil.
Ariadne no tenía más opción que arrodillarse y bajar la cabeza. Frank desde el asiento del copiloto le lanzaba una mirada preocupada en dirección a sus rodillas. Por supuesto, ella sabía de antemano que, las vendas de sus rodillas no podrían suavizar los movimientos bruscos si tuviera que hacerlo.
De repente, Ariadne se vio atrapada por una opresión en el pecho que le impedía respirar con normalidad, recordándole el ahogo que había experimentado en su sueño con aquel humo oscuro. Una marejada de vértigo le invadió, distorsionando su percepción de la realidad, haciendo que todo a su alrededor pareciera irreal. A pesar de la creciente sensación de pánico, su mente estaba tan concentrada en luchar por retornar a la realidad que apenas podía permitirse sentir miedo. Definitivamente aquel día había sentido una marea de emociones cambiantes de manera tan brusca que apenas podía definir con palabras lo que experimentaba.
Tan sumida en sus pensamientos apenas era consciente de los golpes continuos que recibía el pavimento alrededor del coche, hasta que un chillido tan agudo y cavernoso estremeció su cuerpo. Era un gruñido. Un gruñido que ya habían escuchado antes.
Desde el suelo del coche pudo observar como la expresión de Liam se tensaba, bajo esa máscara de seriedad y misterio le pareció ver algo similar al miedo y la desesperación, pero casi de inmediato como lo percibió volvió a caer su máscara pesada, regresando a la expresión tan sombría de siempre.
No fue muy grata la sorpresa de todos los que se encontraban en el suelo cuando Liam salió del coche dando un portazo.
-¿Qué le pasa por la cabeza a ese inútil?- musitó Amber quien ya no podía ocultar el miedo en su voz.
-Voy a salir.- anunció Frank.
-¿Tú también?.- preguntó preocupada la princesa quien comenzaba a sentirse indefensa ante la situación.
-Será mejor que te quedes. Liam sabe lo que hace.- dijo la señora quien acompañaba a sus compañeros en los últimos asientos con voz severa.
-No lo se Serena, yo solo lo veo caminar como un desquiciado.- respondió Frank mirando por el espejo retrovisor.
Ariadne se inclinó al asiento del copiloto y pudo confirmar lo que decía Frank. Podía ver a Liam caminando de un extremo al otro del carro con mirada taciturna mientras los gruñidos y golpes se intensificaban.
-¿Es un arma lo que acaba de sacar?- chilló Piero quien estaba viendo lo mismo desde la ventana trasera de la limusina.
-Será mejor que tomes el volante Frank.- le recomendó Serena tomando a Piero por la espalda para indicarle que se agachara.
A regañadientes Frank se deslizó hasta el asiento del piloto.
-¿Lo vamos a dejar? .- preguntó Ariadne con cierto tono de indignación en su voz.
-Claro que no, pero para lo que sea que esté planeando hacer dudo que termine muy bien como para poder conducir.
Frank parecía denotar en sus palabras cierto desprecio al joven militar. Dado que casi no habían intercambiado palabra entre ellos dos no podía asumir que ya se conocían. Sin embargo, la forma en cómo lo miraba y se expresaba cuando se refería a él hacía notar cierto resentimiento o tal vez era que el ambiente tenso solo estaba en la cabeza de Ariadne producido por el propio estrés que ella sentía.
A pesar de las gélidas palabras que tenía Frank para con Liam, terminó teniendo la razón.
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Sirey
Science FictionEn las sombras de la misteriosa desaparición del venerado rey de Sirey, el reino se sumerge en una vorágine de incertidumbre. Edgar, el primogénito destinado a heredar el trono, se enfrenta a la desafiante tarea de mantener la cohesión del parlament...