Ariadne
-No es necesario este nivel de rigurosidad.- reclamó la princesa viendo con detenimiento como Liam volvió a tomar una postura defensiva ante ella.
-No lo sería, tienes razón. Sin embargo, aquí me tienes, supervisando cada pequeña acción que hagas pues, parece que no era suficiente para mantenerte alejada de los problemas.
Ariadne se sintió ofendida y cruzó la puerta empujando a Liam con el hombro.
-Si ya has terminado de regañarme, tenemos que trabajar.
No podía creer que solo abriera la boca para continuar haciéndola sentir más incómoda. Probablemente gozó como nadie cuando Neskin Andrews la derribó incontables veces en el entrenamiento y ahora le hacía saber verbalmente lo molesto que estaba por la situación.
No era de su incumbencia aquel asunto.
Ariadne continuó caminando furiosa por los pasillos hasta salir de la residencia mientras sentía como Liam hacía un esfuerzo por seguirle el paso apresurado con todos los documentos entre sus brazos.
Las únicas interrupciones llegaban en forma de saludos. La guardia real pasaba junto a ellos, ofreciendo inclinaciones de cabeza que eran respondidas de manera mecánica. Ocasionalmente, algún miembro de la Corte de Lyene los cruzaba en los pasillos, saludando a Ariadne con formalidad. Ella les devolvía el saludo con la misma cortesía, aunque en realidad apenas conocía a la mayoría de esos rostros. Algunos le resultaban vagamente familiares de las noticias, pero nada más.
La biblioteca del palacio se encontraba en el sótano del palacio, debido a que abundaba aún más el silencio en aquel lugar del palacio. Con bordes dorados y figuras de panteras como decoración se erguía la inmensa puerta de la biblioteca. La princesa dió un toque a la cerradura dorada que iluminó los bordes con un brillo púrpura, de esta manera las puertas se abrieron dejándolos pasar.
Tomaron asiento en una de las mesas más alejadas de la biblioteca, evitando las miradas de los estudiosos de la Corte para poder pasar desapercibidos y rendidos comenzaron a inspeccionar los documentos.
-Necesito los ordenes por fecha para empezar a estudiarlos.- le ordenó Ariadne al militar aun con una voz llena de irritación.
-Le recuerdo, que usted reunió las condiciones para que se le otorgará este castigo.- murmuró Liam, abriendo uno de los documentos con fingido desinterés. Su habilidad en los estudios parecía tan poco pulida como su disposición para obedecer.
Ariadne suspiró, cansada de la discusión.
-Y te recuerdo que sigues recibiendo órdenes.-replicó, resistiendo las ganas de añadir algo más punzante. Sin embargo, cualquier comentario se congeló en sus labios al sentir una mano ligera posarse sobre su hombro, lo que la hizo sobresaltarse. A su lado, notó cómo Liam tensaba los hombros, ya alerta, listo para actuar.
Cuando levantó la mirada, un joven de lentes, de aspecto tímido y pálido, sostenía un pequeño libro de tapa azul.
-¿Su alteza?.-tartamudeó el chico, intentando no fijarse en la postura imponente de Liam que, claramente, no lo ayudaba a calmarse.
-Dime.-se limitó en responder la princesa. Su mal humor no le permitía ser más amable que eso.
-Este es... Es... el libro que me... Me solicitó.- tartamudeo el chico.
Ariadne arqueó una ceja. Ella no había solicitado ningún libro.
Por inercia, recibió el libro y justo cuando iba a devolverlo, un aroma familiar la detuvo: un rastro de ámbar y vetiver que la hizo tensarse. Miró al chico, quien evitó sus ojos como si ocultara algo importante. Ariadne asintió, captando la implicación.
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Sirey
Science FictionEn las sombras de la misteriosa desaparición del venerado rey de Sirey, el reino se sumerge en una vorágine de incertidumbre. Edgar, el primogénito destinado a heredar el trono, se enfrenta a la desafiante tarea de mantener la cohesión del parlament...