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La mañana se despertó con un sol radiante que me llenaba de energía. Al abrir los ojos, el canto de los pájaros y el aire fresco del bosque me llenaban de entusiasmo . Sonreí, recordando que estábamos aquí para reconectar, no solo entre nosotros, sino también con el campamento y el espíritu de aventura que siempre había llenado nuestros veranos.
    

-¡Jack! -lo llamé-. ¡Despierta! ¡Hoy es el gran día de la competencia de canoas!

Él se dio vuelta, su expresión de sueño se transformó en sorpresa.

-¿Qué? ¿Ya es hora de perder? -bromeó, frotándose los ojos.

Me reí, lanzándole una almohada. -No somos nosotros los que vamos a perder, es el resto del campamento el que se va a enterar de lo que somos capaces.

Después de un desayuno rápido (donde Jack intentó, sin éxito, hacer malabares con los sándwiches), nos dirigimos al lago. La brisa fresca me despejaba la mente y me llenaba de emoción. Al llegar, el espectáculo era impresionante: un grupo de canoas coloridas estaban alineadas, listas para la acción, y el sonido de las risas de los demás campistas resonaba en el aire.

Griff estaba allí, con esa sonrisa contagiosa que siempre me hacía sentir mariposas en el estómago. Cuando me vio, su rostro se iluminó aún más.

-¡Lola! ¡Hoy es el día! ¿Listos para la victoria?

-¡Más que listos! -respondí, sintiendo que su energía era contagiosa.

Cuando nos distribuyeron en las canoas, Zuri se unió a nuestro equipo. Su mirada era desafiante, como si estuviera lista para competir no solo en la carrera, sino también en la atención de los chicos. Pero no iba a dejar que eso me afectara. Este verano era sobre nuevos comienzos, y estaba decidida a disfrutar cada momento.

Xander nos dio un último grito de ánimo antes de que comenzáramos. -¡Recuerden! La clave es trabajar en equipo y no olviden divertirse.

La competencia comenzó y, mientras remábamos, Zuri y yo nos encontramos codo a codo en la parte delantera de nuestras canoas. La adrenalina corría por mis venas, y la emoción me empujaba a dar lo mejor de mí. Pero Zuri parecía decidida a no dejarme ganar tan fácilmente.

-¡No me hagas perder, Lola! -gritó, forzando una sonrisa que no alcanzaba a ocultar la rivalidad.

Cuando llegamos a la primera boya, Zuri, en un movimiento inesperado, me empujó con fuerza. Perdí el equilibrio y, en un instante, me encontré cayendo al agua helada.

-¡Lola! -gritó Jack, su voz mezclándose con las risas de los demás campistas.

Emergí del agua, respirando con dificultad y empapada, y vi a Zuri sonriendo con satisfacción. Esa sonrisa fue la gota que colmó el vaso.

-¿Qué fue eso? -grité, furiosa, mientras Griff se acercaba rápidamente en su canoa.

-¡Lola! ¿Estás bien? -preguntó Griff, con una expresión de preocupación genuina.

-¡No estoy bien! -respondí, mientras él me ayudaba a subir a la canoa-. ¡Zuri me empujó!

Zuri, con una risa arrogante, se adelantó en su canoa, y mi rabia aumentó. A pesar de que Griff trataba de calmarme, el malestar crecía dentro de mí.

-¡Es solo un juego! -grité, sin poder contenerme.

Mientras remábamos, Zuri se reía, como si le divirtiera. Pero eso no iba a quedarme así. Al llegar a la orilla, me sentí invadida por la frustración. Me levanté de la canoa y me dirigí a la orilla, tratando de ignorar las risas y gritos de celebración de los otros campistas.

Furiosa, caminé hacia mi cabaña, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. No podía creer que Zuri hubiera hecho eso. ¿Qué se creía? No iba a dejar que me arruinara el día. Al llegar a la cabaña, cerré la puerta con un golpe y me dejé caer en la cama, sintiéndome decepcionada y herida.

La rabia burbujeaba dentro de mí, y mientras miraba por la ventana, deseaba que el campamento fuera un lugar donde pudiera sentirme libre de rivalidades, no atrapada en un juego de celos y competencia.

-¿Le caigo tan mal a Zuri? -susurré para mí misma, sintiendo que las lágrimas amenazaban con asomarse.

Era momento de reflexionar. Tenía que encontrar la forma de lidiar con esto. La vida en el campamento no podía ser solo una serie de enfrentamientos, no podía dejar que Zuri ganara. Tenía que ser más fuerte.

Con esa determinación, decidí que, a pesar de todo, no dejaría que su actitud me afectara más. Era hora de hacer un cambio, no solo para mí, sino también para el resto del verano. Tomé una profunda respiración, sintiendo que el aire fresco del bosque podría llevarse un poco de mi enojo.























































































Cuando el verano acabe || Griff Jones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora