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El verano avanzaba, y con cada nuevo día, la conexión entre Griff y yo se fortalecía. Habíamos dejado atrás la incertidumbre inicial y, en su lugar, habíamos construido un espacio donde la confianza y la complicidad florecían. Era como si cada pequeño momento compartido fuera un ladrillo más en la base de algo significativo.

Una mañana, mientras el sol se asomaba por el horizonte, decidimos que sería el momento perfecto para una caminata. La idea era explorar una ruta que nos llevaría a una cascada escondida, un lugar del que muchos campistas hablaban pero pocos habían visto. Jack, Zuri y Alex se unieron a nosotros, pero pronto se dieron cuenta de que nuestra química era tan intensa que se retiraron un poco, dejándonos espacio para hablar.

—¿Estás lista para la aventura? —me preguntó Griff, su sonrisa iluminando el camino.

—Más que lista —respondí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Me encantaba pasar tiempo con él, y la idea de descubrir algo nuevo juntos solo intensificaba esos sentimientos.

A medida que avanzábamos por el sendero, la conversación fluía de manera natural. Hablamos sobre nuestras pasiones, nuestras metas y las pequeñas cosas que nos hacían reír. Griff me contó sobre su amor por la fotografía, cómo capturaba momentos que contaban historias.

—Tal vez deberías enseñarme a fotografiar, —le dije—. Siempre he querido aprender.

—Te puedo enseñar. Pero solo si prometes dejar que te saque algunas fotos —bromeó, guiñándome un ojo.

A medida que continuábamos, los árboles se volvían más densos y el canto de los pájaros nos envolvía en su melodía. Después de un rato, llegamos a un claro que ofrecía una vista espectacular de la cascada. El agua caía con fuerza, creando un arcoíris en el aire.

—Es impresionante —dije, admirando el paisaje.

—Como tú —respondió Griff, y mi corazón dio un vuelco. Sus palabras, llenas de sinceridad, me dejaron sin aliento.

—¿De verdad lo crees? —pregunté, sintiendo una oleada de emoción. La vulnerabilidad en su voz resonó en mí.

—Claro. Eres increíblemente valiente y auténtica. Siempre me inspiras a ser mejor —confesó, su mirada profunda y sincera.

Sin pensarlo, me acerqué a él, y en un impulso, lo abracé. Fue un momento cálido y sincero, donde el mundo exterior desapareció. Griff correspondió al abrazo, y el tiempo pareció detenerse.

—Esto es perfecto —murmuré, sintiendo la paz que solo él podía brindarme.

Después de un rato, nos separamos, y el aire se llenó de una nueva energía. Comenzamos a explorar el área alrededor de la cascada, riendo mientras saltábamos de roca en roca. De repente, Griff se detuvo y se agachó para recoger algo del suelo.

—Mira esto —dijo, sosteniendo una piedra pulida que brillaba a la luz del sol—. Es hermosa, ¿verdad? Como un pequeño tesoro de la naturaleza.

—Deberías quedártela —le dije—. Es un recordatorio de este día.

Griff sonrió y guardó la piedra en su mochila. En ese momento, me di cuenta de lo especial que era compartir esos pequeños momentos. Cada risa, cada mirada y cada gesto se sentía como un paso hacia algo más profundo.

Después de un rato, decidimos descansar en una roca grande junto a la cascada. El sonido del agua era relajante, y ambos nos tumbamos, disfrutando del momento.

—¿Te has dado cuenta de lo lejos que hemos llegado en tan poco tiempo? —preguntó Griff, mirando hacia el cielo azul.

—Sí, y es genial —respondí—. Nunca pensé que me sentiría tan conectada contigo tan rápido.

—Lo mismo siento. Es como si hubiéramos encontrado algo en común que no sabía que estaba buscando —dijo, volviendo a mirarme. En sus ojos había una mezcla de emoción y vulnerabilidad.

Sin pensarlo, me incliné hacia él y le di un suave beso en la mejilla. Era un gesto pequeño, pero significaba mucho. Griff se sonrojó ligeramente y sonrió.

—Esa fue una gran sorpresa —dijo, claramente emocionado.

—Tenía ganas de hacerlo —admití, sintiendo cómo la conexión entre nosotros crecía más fuerte.

Continuamos hablando y compartiendo historias sobre nuestras vidas. Griff me contó sobre su infancia y cómo la fotografía había sido su refugio. Mientras escuchaba, podía ver la pasión brillar en sus ojos, y eso solo hacía que me sintiera más atraída hacia él.

—A veces me gustaría mostrarte mi mundo —dijo—. Te llevaría a mis lugares favoritos, donde encuentro inspiración para mis fotos.

—Me encantaría eso —respondí, sintiendo que cada palabra que compartíamos nos acercaba más.

Cuando el sol comenzó a descender en el horizonte, decidimos regresar al campamento. Caminamos de regreso, con nuestras manos entrelazadas, sintiendo que el mundo a nuestro alrededor se desvanecía. La risa y las historias de los demás campistas se escuchaban a lo lejos, pero todo lo que importaba en ese momento era estar juntos.

Al llegar, nos reunimos alrededor de la fogata con los demás. Zuri y Jack parecían notar la química entre nosotros, intercambiando miradas cómplices y sonrisas. El ambiente era alegre, y las historias se mezclaban con el crepitar del fuego.

Esa noche, cuando finalmente me metí en mi saco de dormir, mi corazón estaba lleno. Sabía que lo que estaba desarrollándose entre Griff y yo era algo especial. Tenía la sensación de que, con cada día que pasaba, estábamos construyendo una historia única que merecía ser contada.

Mientras cerraba los ojos, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Era un nuevo comienzo, lleno de promesas y posibilidades, y no podía esperar a descubrir lo que nos esperaba en los días por venir.

Cuando el verano acabe || Griff Jones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora