La comisaría estaba tranquila cuando llegaron Faye y Yoko, pero la tensión en el ambiente era palpable. Frente a ellas, el influencer y su grupo de cómplices esperaban nerviosos mientras los policías los observaban con sospecha. Faye, siempre firme, caminaba con seguridad de la mano de novia, quien aún tenía los ojos ligeramente hinchados por las lágrimas que había derramado antes.
El oficial que estaba en recepción se acercó a los hombres y preguntó con voz seria:
—¿Qué se les ofrece por aquí?
El influencer, con una sonrisa falsa, respondió rápidamente:
—No sé, oficial. Estos tipos me trajeron aquí, pero yo no hice nada. Es un malentendido.
Antes de que el oficial pudiera seguir con las preguntas, la voz de Faye resonó en la sala, llena de determinación:
—Claro, tú nunca haces nada —dijo Faye, su tono sarcástico mientras mantenía a Yoko protegida a su lado—. Pero curiosamente, siempre hay pruebas en tu contra.
El policía miró a Faye y luego al chico con una ceja levantada.
—¿Qué hizo este joven? —preguntó el oficial.
Faye encendió su teléfono y mostró el video que había recibido. La grabación era clara: el y su grupo entraban en el estudio de Yoko, prendiendo fuego con evidente intención de causar daño. Yoko, aún a su lado, miraba con dolor cómo su esfuerzo y dedicación eran consumidos por las llamas en ese video.
—Intentó prender fuego al estudio de mi novia —explicó Faye con frialdad—. Por suerte, ella no estaba dentro en ese momento, pero si hubiera estado... las consecuencias habrían sido mucho peores.
El saltó de su asiento, alzando la voz:
—¿Por qué querría hacerle daño a tu novia? ¡No tiene sentido!
Faye lo miró fijamente, su voz baja pero cargada de autoridad.
—Quizás porque ella te puso una orden de restricción. Una que, al parecer, no supiste respetar.
El oficial, que hasta ese momento había estado escuchando atentamente, miró al joven con desdén. Observó el video una vez más, y las pruebas eran irrefutables. Con un gesto firme, hizo una señal a otros policías presentes.
—Llévenlo a una celda —ordenó—. Vas a necesitar un buen abogado —dijo mientras dirigía una mirada severa al influencer—. Esto no es un simple malentendido. Estás mirando unos buenos años en prisión.
El intentó protestar, pero dos oficiales lo escoltaron sin contemplaciones. Sus cómplices, viendo que no tenían escapatoria, no opusieron resistencia cuando los arrestaron también.
Faye se quedó en la comisaría por unos minutos más, asegurándose de que todo estuviera bajo control. Mientras tanto, Yoko permanecía en silencio, el agotamiento emocional comenzando a pesar sobre ella nuevamente. Cuando todo quedó en manos del equipo de seguridad de Faye, decidieron ir directamente al estudio para evaluar los daños.
Cuando llegaron al lugar, vieron a algunos de los compañeros de trabajo de Yoko reunidos afuera del edificio. El humo ya se había disipado, pero el olor a quemado aún impregnaba el aire. Yoko, al ver a sus compañeros, corrió hacia ellos y los abrazó con fuerza. Las lágrimas comenzaron a fluir nuevamente, esta vez no solo por la pérdida del lugar, sino también por el alivio de que todos estaban a salvo.
—Lo siento tanto... —murmuró entre sollozos, sintiendo el apoyo de sus amigos, que también la abrazaban con fuerza.
Faye observaba desde un lado, su corazón rompiéndose al ver a Yoko tan vulnerable. Sabía que el camino para reconstruir lo perdido no sería fácil, pero también sabía que juntas podrían superarlo todo.
Cuando Yoko se apartó de sus compañeros, se acercó a Faye y se acurrucó en su abrazo, buscando consuelo en los brazos de la persona que amaba.
—Vamos a salir de esto —le susurró Faye, acariciando su cabello con suavidad—. Esto no termina aquí, amor. Vamos a reconstruirlo todo, y será mejor que antes.
Yoko asintió lentamente, con la esperanza renaciendo en su pecho. Sabía que con Faye a su lado, todo era posible.
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AMOR EN EL JUEGO Y EN EL AIRE
FanfictionFaye Peraya, una tenista profesional de 29 años, ha dedicado toda su vida a la competición, alcanzando la cima de su carrera con determinación y disciplina. Sin embargo, su vida personal siempre ha quedado en segundo plano. Todo cambia cuando Yoko A...