105: Lazos de Protección

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El día siguiente fue más tranquilo de lo esperado. Yoko y Faye se despertaron abrazadas después de la intensa noche anterior. El sol filtraba su luz a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y pacífico. A pesar de la calma, ambas sabían que su vida no podía seguir en esa burbuja para siempre. La amenaza de Min Jae y todo lo que habían enfrentado aún seguía latente en sus mentes.

Faye fue la primera en levantarse, acomodando la sábana sobre Yoko, quien aún dormía plácidamente. Mientras preparaba café, la conversación que tuvieron con el abuelo de Faye volvía a su mente. Estaba decidida a que Yoko aprendiera más que solo defensa personal. Quería que su prometida se sintiera segura, incluso sin su protección constante.

Cuando Yoko se despertó, notó a Faye pensativa en la cocina, moviéndose con la misma gracia habitual pero con una seriedad que pocas veces mostraba.

—¿Estás bien, amor? —preguntó Yoko mientras se estiraba y se acercaba a Faye, abrazándola por la cintura.

Faye volteó ligeramente la cabeza, sonriendo suavemente. —Sí, solo estaba pensando en que necesitamos asegurarnos de que todo esto termine de una vez por todas. —Se giró para mirarla a los ojos—. Quiero que te sientas completamente protegida, incluso cuando no esté cerca.

Yoko la miró, un poco sorprendida. —Me siento segura contigo, siempre. Pero sé que esto no ha terminado... —Su mirada se volvió seria por un momento—. ¿Qué estás pensando hacer?

Faye se tomó un momento antes de responder. —Quiero que aprendas más que solo defensa. Mi abuelo tiene los contactos, y creo que es hora de que aprendas a defenderte por completo. Hoy iremos a ver a uno de sus hombres.

Yoko arqueó una ceja, intrigada. —¿Hablas de algo más allá de las clases que ya he estado tomando? ¿Más armas?

Faye asintió. —Sí. Quiero que te entrenes más en combate, y que sepas manejar distintas armas. No porque te vaya a pasar algo —agregó rápidamente—, sino porque quiero que siempre tengas opciones. No me arriesgaré a que te suceda algo otra vez.

Yoko la observó en silencio por un momento. Era consciente de que las intenciones de Faye venían de un lugar profundo de amor y protección. Aunque no le entusiasmaba la idea de que todo se volviera más peligroso, entendía que era necesario. Habían sido perseguidas, atacadas y casi secuestradas. Si ese era el precio de seguir viviendo sin miedo, estaba dispuesta a hacerlo.

—Está bien. Estoy lista. —dijo Yoko finalmente, con una mirada decidida.

Faye la abrazó, agradecida de que Yoko comprendiera. Sabía que ese entrenamiento no solo protegería a Yoko, sino que también le daría a ella la tranquilidad de saber que su prometida estaría a salvo, incluso si no estaba cerca.

Después del desayuno, se dirigieron a la finca del abuelo de Faye. El entrenamiento comenzó con técnicas avanzadas de defensa personal. Yoko ya era rápida y astuta, pero ahora se estaba convirtiendo en alguien imparable. Luego, el instructor le mostró cómo manejar navajas con mayor precisión, pasando de simulaciones a cuchillas reales con un filo peligroso. Yoko no tardó en impresionar a todos con su rapidez y capacidad para aprender.

El abuelo de Faye, siempre observador, veía a Yoko con orgullo mientras dominaba cada lección. Finalmente, tras varias horas de entrenamiento, se acercó a ella con una sonrisa que dejaba ver su satisfacción.

—Yoko, muchacha —dijo el abuelo mientras le entregaba una pequeña caja de metal—. Aquí tienes algo especial. Es un arma de defensa que solo deberás usar en casos extremos. Está registrada bajo tu nombre. Que nadie te tome por sorpresa nunca más.

Yoko abrió la caja y encontró una pistola compacta, diseñada para llevarse discretamente. Acarició el arma con respeto, consciente del poder que ahora tenía en sus manos.

—Gracias —respondió Yoko, sintiendo un extraño pero reconfortante poder al sostenerla.

Faye, que había observado toda la escena, también se acercó. —Es solo una herramienta más para mantenernos seguras. Nunca dudes en usarla si es necesario, Yoko.

—Lo sé —respondió Yoko con seriedad. Aunque aún no le gustaba la idea de tener que usar un arma, entendía que su seguridad y la de Faye estaban en juego.

El resto del día fue dedicado a prácticas y entrenamientos, y cuando finalmente regresaron a casa, Yoko se sentía más fuerte y segura. El miedo que alguna vez había sentido estaba desapareciendo poco a poco, reemplazado por una confianza nueva que incluso Faye notaba con orgullo.

Ese día marcó el comienzo de una nueva fase en sus vidas, una en la que ambas ya no serían simples víctimas de las amenazas que las rodeaban. Juntas, estarían listas para cualquier cosa que se les viniera encima.

AMOR EN EL JUEGO Y EN EL AIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora