50: Destino Secreto

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La sorpresa de Faye aún permanecía en secreto mientras ambas se apresuraban a salir del estadio. Con el trofeo en mano y su corazón acelerado, Faye guió a Yoko hasta una limusina que las esperaba afuera. Yoko, intrigada pero confiada, se limitaba a seguir las indicaciones, sin saber que el destino sería mucho más de lo que imaginaba.

—¿Qué estás tramando? —preguntó Yoko con una sonrisa juguetona, mientras se acomodaba en el asiento.

Faye la miró con una sonrisa enigmática y simplemente respondió: —Tendrás que esperar un poco más.

El auto las llevó directamente al aeropuerto privado. Cuando Yoko vio el avión privado de Faye, sus ojos se agrandaron de sorpresa.

—¿Vamos a volar? —preguntó, su tono lleno de emoción.

—Así es —confirmó Faye—. Pero no te diré adónde... todavía.

Subieron al avión, donde todo estaba preparado con detalles cuidados. Faye había organizado una cena ligera para el vuelo, con los platos favoritos de Yoko y una botella de vino blanco frío para brindar. Las horas pasaron mientras disfrutaban de la compañía mutua, riendo, conversando, y recordando algunos de los mejores momentos de su relación.

Finalmente, después de unas horas de vuelo, el avión comenzó su descenso. Yoko, ansiosa por descubrir el destino, miraba por la ventanilla tratando de reconocer el paisaje.

—Bienvenida a las Maldivas —dijo Faye cuando el avión tocó tierra, su voz tranquila pero llena de orgullo.

—¡No puede ser! —exclamó Yoko, sus ojos llenos de sorpresa y alegría—. ¡No me lo esperaba!

—Lo sé —respondió Faye—. Quería que este lugar fuera tan especial como lo es para mí nuestro primer aniversario.

El aeropuerto era pequeño y exclusivo, lo que les permitió llegar rápidamente al resort de lujo que Faye había reservado. Al llegar, el personal del hotel las saludó con una calidez increíble, llevándolas directamente a su villa privada. La villa, situada sobre el agua cristalina, tenía una piscina infinita que daba directamente al mar, y una vista del atardecer que parecía salida de un sueño.

Yoko, abrumada por la belleza del lugar y la sorpresa, miró a Faye con lágrimas de felicidad en los ojos.

—Faye, esto es... increíble —dijo, sin palabras para expresar su gratitud.

—Tú eres increíble —respondió Faye, abrazándola suavemente—. Y quiero que este sea solo uno de muchos momentos inolvidables que compartiremos.

Mientras el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de tonos rosados y dorados, ambas se quedaron en silencio, disfrutando del paisaje, sabiendo que en ese momento, nada más importaba que estar juntas.

AMOR EN EL JUEGO Y EN EL AIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora