El sonido de las llaves de Yoko en la puerta resonó en la casa, y Faye, que estaba en la cocina con una taza de café entre las manos, supo que el momento había llegado. Su corazón latía con fuerza, y la ansiedad se acumulaba en su pecho. Había decidido proteger a Yoko a cualquier costo, pero ahora debía enfrentarse a lo más duro: contarle su decisión.
Yoko entró sonriente, con su habitual energía, pero su expresión se suavizó al ver a Faye tan seria.
—Amor, ¿estás bien? —preguntó mientras se acercaba a ella, dejando su bolso en el sofá—. Te noto algo distante.
Faye se esforzó por sonreír, pero el peso de lo que iba a decir la detuvo. Dejó la taza en la mesa y miró a Yoko con una expresión de dolor.
—Yoko... hay algo de lo que tenemos que hablar —comenzó con voz baja, tratando de encontrar las palabras correctas—. He estado pensando mucho en lo que está pasando y... no quiero que te hagan daño. No puedo soportar la idea de que te sigas exponiendo a estos peligros.
Yoko frunció el ceño, notando la seriedad en la voz de Faye. Se sentó en una silla frente a ella, esperando que continuara.
—¿A qué te refieres, Faye? —preguntó con preocupación en su voz.
Faye tomó aire profundamente, mirando directamente a los ojos de Yoko.
—Mi abuelo me aconsejó que, por un tiempo... nos separemos —dijo, y las palabras parecieron colgar pesadas en el aire—. Que me aleje de ti, para que esta persona, El Cuervo, no tenga más razones para hacerte daño.
Los ojos de Yoko se abrieron con incredulidad. Por un momento, pareció no entender lo que Faye estaba sugiriendo.
—¿Separarnos? —repitió lentamente, como si las palabras no hicieran sentido—. ¿Faye, qué estás diciendo? No puedes hablar en serio.
Faye se levantó de la mesa, su cuerpo rígido por la tensión, y comenzó a caminar por la cocina.
—¡No quiero hacerlo, Yoko! —dijo con desesperación en su voz—. Pero tienes que entender... esta persona ya te hizo tener un accidente, te ha estado vigilando. Y yo... yo no puedo vivir sabiendo que algo peor podría pasarte por mi culpa. No podría soportarlo.
Yoko se levantó también, acercándose rápidamente a Faye, tomando sus manos entre las suyas.
—Faye, escucha —dijo con firmeza—, te amo. Y sé que la situación es peligrosa, pero no puedes decidir alejarte de mí para protegerme. Estamos en esto juntas. Lo hemos estado desde el principio. No puedes decidir eso por las dos.
Faye cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas. Sentía cómo su cuerpo temblaba por la lucha interna entre su amor por Yoko y el deseo de mantenerla a salvo.
—No es solo una decisión mía, Yoko... —dijo con voz temblorosa—. Si algo te pasa, yo... no sobreviviría.
Yoko tomó el rostro de Faye entre sus manos, obligándola a mirarla directamente a los ojos.
—Y si te alejas, Faye, eso también me destruiría. No me puedes proteger alejándote de mí, porque entonces ambas perderíamos. No quiero vivir así, con miedo todo el tiempo, pensando en qué podría pasar. Pero lo que sí sé es que te necesito a mi lado. No me dejes sola en esto.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Faye, incapaz de contener más el dolor. Yoko la abrazó con fuerza, y en ese momento, Faye sintió el peso del mundo sobre sus hombros.
—No quiero que te pase nada —susurró Faye, aferrándose a Yoko como si su vida dependiera de ello—. Te amo demasiado para perderte.
Yoko la sostuvo con fuerza, acariciando su cabello.
—Faye, no vamos a dejar que esta persona nos venza. Vamos a luchar juntas, como siempre lo hemos hecho. No voy a dejar que nada ni nadie nos separe.
Faye permaneció en sus brazos por lo que pareció una eternidad, dejando que las palabras de Yoko calmaran su mente. Quizás había estado equivocada en pensar que la distancia era la única forma de protegerla. Quizás la fuerza que necesitaban estaba justo en su unión, en enfrentar los desafíos juntas.
Cuando finalmente se separaron, Faye miró a Yoko a los ojos y asintió.
—Tienes razón, Yoko. No puedo dejarte —dijo, acariciando suavemente el rostro de su prometida—. Lo enfrentaremos juntas. Sea lo que sea.
Yoko sonrió con ternura, asintiendo también.
—Juntas. Siempre juntas.
Ambas se quedaron abrazadas en medio de la cocina, conscientes de que los días oscuros no habían terminado, pero con la determinación de que ninguna sombra, ninguna amenaza, podría romper el vínculo que compartían.
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AMOR EN EL JUEGO Y EN EL AIRE
FanficFaye Peraya, una tenista profesional de 29 años, ha dedicado toda su vida a la competición, alcanzando la cima de su carrera con determinación y disciplina. Sin embargo, su vida personal siempre ha quedado en segundo plano. Todo cambia cuando Yoko A...