78:Sombra Al Descubierto

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El teléfono de Faye vibró de nuevo sobre la mesa, haciendo que el ambiente, que ya estaba cargado de tensión, se volviera aún más sofocante. Yoko miró el aparato con desconfianza, mientras Faye tomaba una respiración profunda, tratando de mantener la calma.

—Otra vez ese número... —murmuró Faye, suspirando con frustración.

Yoko permanecía inmóvil, observando a su novia, mientras el teléfono seguía sonando. Finalmente, Faye decidió contestar. Esta vez, la conversación no podía ser evitada.

—Deja de llamar, por favor —dijo Faye con voz firme pero controlada—. Te lo estoy pidiendo de buena manera. No quiero tener que tomar medidas más drásticas contra ti.

Al otro lado de la línea, una risa burlona resonó, una risa que hizo que la piel de Faye se erizara y el corazón de Yoko latiera más rápido. Esa risa no presagiaba nada bueno.

—¿Medidas drásticas? —respondió la voz femenina, con un tono juguetón que rozaba la provocación—. ¿Por qué tienes miedo, Faye? ¿Tienes miedo de que le diga la verdad a tu dulce novia?

Faye sintió cómo el nudo en su estómago se apretaba aún más. Yoko, a su lado, frunció el ceño, claramente preocupada por lo que estaba escuchando.

—¿De qué hablas? —preguntó Faye, con la voz un poco más dura—. No sé de qué verdad hablas, pero lo que sea, no me importa. No tienes poder sobre mí.

La mujer al otro lado de la línea dejó escapar una carcajada.

—¿Estás segura, cariño? —respondió la voz, con un tono que dejaba entrever un juego peligroso—. ¿Te dijo Yoko que se encontró con alguien en el parque hoy?

Faye sintió un escalofrío recorrer su espalda. Su mente comenzó a hacer conexiones rápidamente. ¿Acaso esta mujer había estado detrás de todo lo que pasó ese día?

—Fuiste tú... —dijo Faye, apretando el teléfono en su mano—. Tú mandaste a ese hombre, ¿verdad?

La voz al otro lado soltó una risa fría.

—Eres más lista de lo que pensaba, Faye —dijo la mujer—. Pero vamos, no te pongas tan tensa. Solo quería darle un pequeño empujoncito a Yoko, hacerle dudar de ti. Es demasiado linda para terminar con el corazón roto por tu culpa, ¿no crees?

Faye cerró los ojos por un segundo, tratando de contener su rabia. Yoko la miraba con ojos llenos de preguntas y preocupación.

—No  voy a romperle el corazón —dijo Faye, con voz más tranquila, pero cargada de determinación—. Ella es mi todo, la cuido con mi propia vida.

La mujer al otro lado dejó de reírse por un momento, y en su lugar, su tono cambió a algo más amenazante.

—Dile a Yoko que mire por la ventana —dijo, de manera escalofriante.

Faye tragó saliva, girándose hacia Yoko y haciéndole una señal con la mano para que fuera a mirar por la ventana. Yoko, todavía confundida, obedeció sin preguntar. Se acercó a la ventana lentamente, con la mirada fija en el exterior. Cuando finalmente miró hacia abajo, sus ojos se abrieron de par en par.

Allí, de pie en la acera, una figura femenina estaba mirando directamente hacia su ventana, con el celular en la mano. Aunque la luz no dejaba ver su rostro con claridad, su postura era amenazante y segura. Yoko sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo mientras retrocedía un paso, asustada por lo que veía.

—¿Qué... qué es esto? —murmuró Yoko, girándose hacia Faye.

Faye ya sabía la respuesta, pero no tenía las palabras adecuadas para decirle a Yoko lo que estaba ocurriendo. En cambio, volvió a llevar el teléfono a su oído.

—¿Qué demonios estás haciendo? —dijo Faye, ahora con un tono mucho más frío y peligroso—. Te lo advierto, no te acerques a ella. No te atrevas a hacerle nada.

La mujer del otro lado rió suavemente, como si no estuviera tomando en serio la amenaza.

—Tranquila, Faye. No quiero lastimarla, no todavía —dijo con un tono burlón—. Solo estoy aquí para observar. Sabes que siempre me ha gustado mirar de cerca lo que me pertenece.

—¡Ella no te pertenece! —espetó Faye, sintiendo cómo la furia se apoderaba de ella—. Yoko es mi prometida, y si te atreves a acercarte a ella, te juro que lo lamentarás.

La mujer del otro lado permaneció en silencio por unos segundos, como si estuviera calculando su siguiente jugada. Luego, su voz volvió a resonar en el auricular, esta vez más fría.

—Faye, no olvides quién soy. Puedo hacerte mucho daño si me lo propongo. Pero mira, no me interesa pelear contigo. Solo quiero que recuerdes lo que te dije. Si me das la espalda de nuevo, será ella quien sufra las consecuencias.

Faye apretó los dientes, sus nudillos se pusieron blancos de la presión con la que sostenía el teléfono.

—Te lo advertí —dijo Faye, con un tono tan bajo y oscuro que hasta Yoko sintió el cambio en el aire—. Si te atreves a tocarla, te juro que haré que mi equipo te busque, y cuando te encuentren, yo misma te asesinaré con mis manos.

La mujer soltó una carcajada, como si lo que Faye decía no la afectara en absoluto.

—¿Matarme, Faye? Eso te llevaría directo a prisión. ¿De verdad arruinarías tu vida?—preguntó la mujer, con un tono irónico—. De nada te sirve acabar conmigo si terminas en una celda, ¿no crees?

—Te lo dije antes y vuelvo a repetirlo Si es por ella —respondió Faye, su voz sin un atisbo de duda—, no me importa ir a prisión. Iría al fin del mundo si eso significa protegerla.

El silencio que siguió fue helado, como si incluso la mujer al otro lado de la línea se hubiera dado cuenta de que Faye no estaba bromeando. Después de unos segundos, la mujer volvió a hablar, esta vez con una voz más suave, pero igualmente peligrosa.

—Muy bien, Faye. Veo que hablas en serio... pero también lo hago yo. Esto no ha terminado, cariño. No por mucho.

AMOR EN EL JUEGO Y EN EL AIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora